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Irlanda, un vaso a punto de colmar

Irlanda se encuentra en este momento ardiendo, literalmente. Las manifestaciones llevadas a cabo recientemente han ido in crescendo en las últimas horas de manera paulatina, convirtiendo su capital, Dublín, en un auténtico hervidero de violencia e inseguridad. ¿El motivo? El apuñalamiento por parte de un individuo, al parecer de nacionalidad argelina, de tres niños y dos adultos.

La historia se repite, una y otra vez. El modus operandi vuelve a ser el mismo; Un tío enajenado con un arma blanca en las manos se lía a dar puñaladas a todo lo que lo rodea. Da igual que quien lo circunde sea un niño, una mujer o un abuelete que descansaba en un banco una mañana cualquiera.

Lo peor de todo el asunto ha dejado de ser en sí el acto criminal, perpetrado la mayor parte de las veces por algún individuo de origen musulmán. Lo grave de la situación es como el 99% de los medios han llegado a un acuerdo tácito y explícito de ocultar la realidad, haciendo pasar por hecho aislado algo que todo pone en evidencia que ya no lo es.

En Irlanda, un país con un fuerte sentimiento de nacionalismo, la gota ha colmado el vaso y la gente se ha tirado a la calle a pegarle fuego a todo lo que pillan. Indudablemente, entre los manifestantes, hay individuos de ideologías extremas que les importa un carajo, el cómo y por qué de la reivindicación. Más bien su interés pasa por destrozar y saquear todo aquello que encuentren a su paso.

Porque lo que está meridianamente claro es que la probabilidad de que a uno de ellos los apuñale un psicópata empuñando un arma blanca al grito de «Al·lahu-àkbar», es entre cero y muy improbable

Sin embargo, la inmensa mayoría de los que en estos momentos ejercen su derecho a manifestarse en el país son personas como usted o como yo que empiezan a estar agotadas de la situación que tenemos encima en materia de inmigración descontrolada. Porque desde hace ya bastante tiempo cada vez somos más los ciudadanos de a pie, los de aquí, los que tenemos muy claro a que nos enfrentamos y lo peor de todo, cuáles van a ser las trágicas consecuencias.

En el otro extremo de la cuerda están una banda de políticos, ya no se me ocurre otra forma de describirlos, que contribuyen de manera irresponsable e inmoral a que la situación se agrave de manera continuada. Es tal el nivel de desvergüenza que son ellos mismos, a base de “versiones oficiales” los que llevan tratando de moldear una realidad paralela que, simplemente, no existe.

Porque lo que está meridianamente claro es que la probabilidad de que a uno de ellos los apuñale un psicópata empuñando un arma blanca al grito de «Al·lahu-àkbar», es entre cero y muy improbable. Esta gran suerte la corres cuando vives alejado totalmente de la realidad de tus conciudadanos y desde tu castillo fortificado, o un Falcon a tu entera disposición, tratas de organizar la vida de estos.

El resultado de este tipo de políticas y formas de actuar es simplemente nefasto y los efectos de las mismas llevamos más de una década, en el caso de España, sufriéndolas de manera constante, y lo que te ronda moreno en los próximos años. Luego se echan las manos a la cabeza cuando la gente se tira a la calle a protestar y terminan enfrentándose contra el brazo armado del estado, la policía, como está sucediendo en estos momentos en Dublín.

La inmigración no es mala, siempre y cuando el individuo en cuestión se habitúe al país que lo acoge y aporte su granito de arena en forma de trabajo, labor social o cualquier otra actividad

La pregunta a estas alturas de la película es evidente: ¿Hasta cuándo? Hasta cuando seguiremos soportando que los políticos que lideran la cúpula de gobierno de la Unión Europea sigan con sus artimañas, en forma de políticas sin sentido, jodiéndonos la vida a los que, tras ser saqueados a base de impuestos, les proporcionamos una vida a todo confort alejados de la cruda realidad latente en nuestras calles.

Como dato curioso de toda esta sin razón me quedo con dos cosas. Una es que precisamente el hombre que logró reducir al homicida, machete en mano, fue un ciudadano de 43 años de origen brasileño, Caio Benicio. Este trabaja para la empresa de reparto de comida Deliveroo y en esos momentos pasaba por el lugar con su bicicleta de camino a dejar un pedido.

Esto pone de manifiesto lo que todo aquel que posee dos dedos de frente sabe; la inmigración no es mala, siempre y cuando el individuo en cuestión se habitúe al país que lo acoge y aporte su granito de arena en forma de trabajo, labor social o cualquier otra actividad que repercuta de manera positiva sobre este.

De otro lado tenemos al conocido luchador de MMA Connor McGregor, que ha llamado literalmente a la guerra a sus paisanos, hecho vehemente que más de uno se lo tomará al pie de la letra. Además, ha declarado públicamente que el señor Benicio está invitado a comer de por vida en su restaurante por tal heroica acción. Algo bueno tenía que salir de toda esta barbarie, ¿no?… prepárense que vienen tiempos muy negros.

Foto: REUTERS

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