UMC

Los peligros del deporte

Tras varios meses de obras, hace relativamente poco, han inaugurado un gimnasio muy cerca de casa. Tan próximo como que cada vez que salgo a tirar la basura, o dar un paseo con los perros, termino pasando por la puerta de este. Y hasta aquí todo bien, ya que es bueno que la gente se cuide, realice ejercicio físico y todas esas cosas que te recomienda el especialista de turno cada vez que vas a visitarlo con alguna plaga nueva. Cosas de la edad.

Sin embargo, el mencionado gimnasio ha supuesto un antes y un después en la vida cotidiana de los residentes del lugar. Y no precisamente porque la mayoría hayamos terminado ejercitando nuestra silueta en sus instalaciones por pura iniciativa. Más bien porque, a modo de reclamo, han colocado a un monitor de 1,90 m de altura que pareciera un Adonis tallado por los dioses. O mejor aún, que hubiera regresado de entre los muertos para seguir dándole lo suyo a la infiel Afrodita mientras esta, arrastrada por sus calenturas internas, se los ponía al inocente Hefesto.

Aquella mañana soleada mi intención inicial era constatar, en el reflejo del apantallado, como mi fisionomía seguía en un estado paupérrimo en todos los sentidos

Mitología griega aparte es cuando menos curioso ver como el plan ha surtido efecto. Sobre todo entre las féminas del lugar, aunque la mayoría de ellas no tengan falta de castigarse físicamente en exceso y el único motivo por el que hayan decidido acudir al citado gimnasio, de manera religiosa tres veces en semana, sea el susodicho fulano y ese aspecto de sano que tiene que, por momentos, le hace a uno sentirse hasta mal si recurrimos a las odiosas comparaciones. Eso si es que hay algo que se pueda comparar, más allá de que ambos tenemos dos piernas y dos brazos.

Y todo hay que decirlo, hasta yo mismo giré instintivamente la cabeza la primera vez que paseaba en paralelo a la cristalera que circunda el mencionado recinto de culto al cuerpo. Aquella mañana soleada mi intención inicial era constatar, en el reflejo del apantallado, como mi fisionomía seguía en un estado paupérrimo en todos los sentidos. Pero en ese acto involuntario me encontré con la estampa del colega y atestigüé, de primera mano, lo que ya les había oído cuchichear a un par de vecinas varias tardes atrás.

¿Tus has visto al macizo que han colocado de monitor en el gimnasio del club de pádel?… Está para comérselo, ¡hasta con el envoltorio! (risas picaronas de ambas)

No es que yo vaya poniendo la oreja en conversaciones ajenas, pero, si estás intentando concentrarte con la ventana abierta, suelen ocurrir situaciones de este tipo. Para más inri está el tono jocoso en el que la vecina se expresaba y como la otra, con los ojos expectantes, ya planeaba la forma de decirle al marido que iba a apuntarse al GYM para quitarse esos “quilicos de más” fruto de los excesos veraniegos. Mis cojones 23.

Más bien disfrutan, como el que más, estando cerca de semejante monumento, que si bien no está hecho de ladrillo y cemento, se le intuye más fuerte que el vinagre

Ahora, la mayor parte de las tardes, paso por el lugar dando un paseo, haciéndome una idea antes de llegar de cuantas señoras y señoritas estarán sudadas y jadeantes alrededor del colega obedeciendo al son de su pito. Me explico, para que no se malentienda, aunque ello me importe un real carajo.

Me refiero a que están allí echando la pota al son del silbato que pende del cuello del citado Adonis. Este las avisa, pega el pitido y las amigas se ponen como locas, en modo repetición, a tirarse al suelo, levantar una pesa o dar saltos como conejas de monte.

El tío las mira con condescendencia, haciéndose cargo de que muchas de ellas no están allí porque les interese lo más mínimo el deporte o los beneficios que este pueda tener sobre su salud. Más bien disfrutan, como el que más, estando cerca de semejante monumento, que si bien no está hecho de ladrillo y cemento, se le intuye más fuerte que el vinagre. A su vez me lo imagino diciéndole a más de una, y de dos, que está casado y con críos (eso me comentó una ferviente seguidora suya de Instagram), y que está allí únicamente por trabajo y no por placer.

Quien sabe, igual a alguna de las “atletas” allí presentes, termina por gustarle el deporte, o no. Lo mismo termina lesionada por no haber calentado correctamente, o precisamente por justo lo contrario, ir demasiado caliente y sufrir un cortocircuito general que le haga mandar a la mierda al marido, al gimnasio y a la madre que parió al monitor.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio