Jesús Quintero nos ha dicho adiós. “El loco” nos abandona para siempre, supongo que buscando una colina donde descansar, en la que poder visualizar lo que va quedando de este mundo junto a algunos de los que fueron sus compañeros en la gran pantalla y amigos fuera de ella. Como el magistral Juan Joya “El Risisitas”, descojonarse de la panda de ignorantes, mediocres y caínes que aquí nos quedamos revolviéndonos en este fango existencial.
Tu rey de la comedia y las distancias cortas, que lograbas extraer de los personajes que se postraban ante ti todo aquello que ningún otro hubiera hecho. Que diste oportunidad de ser visibles para la sociedad a personas que, sin tu maestría ante la cámara, y ese mundo secreto que tú manejabas a tu antojo, hubiera sido totalmente imposible.
Ahora muchos de aquellos que te criticaron, que no supieron estar a tu altura, o simplemente no comprendieron lo mágico de tu presencia en este mundo terrenal, llorarán tu perdida. Otros, como el que aquí teclea estas palabras, mirará hacia arriba con una sonrisa, sabiendo que, desde algún lugar, nos observas con esa manera única e inigualable con la que estudiabas al que tenías delante.
Maestro del silencio,
Poeta de las causas perdidas…
Soberano en tu reino,
Donde te convertiste en loco de la colina,
Divisando a tu vieja Andalucía.
Aquí dejas a tus ratones coloraos que se abrazan llorando con esos perros verdes que un día recogiste de la calle, porque nadie más quería. Tú, el Quintero, voz y alegría que se transmitía por las ondas al son de frases suicidas. Tu Jesús quintero que nos alegrabas en los días, nos sorprendías en las noches y a nadie te parecías, ni lo pretendías.
Quintero nos deja huérfanos de cordura y sensatez, aunque suene contradictorio siendo él, conocido como el «Loco de la Colina». Quizás en esa locura manifiesta, o la que querías hacer ver a los que no te entendían, dabas lecciones de coherencia y raciocinio.
Nos avisaste de que íbamos por mal camino mostrándonos como la ignorancia y quien estos la profesan, estaban logrando que el culto, el sensato, el honesto, el honrado, pareciera que fuera el raro. Ahora seremos otros los que nos quedaremos aquí para sufrir esta mediocridad manifiesta que nos cerca poco a poco y que ya nadie puede frenar.
Solo espero que, allí donde estés ahora, hayas encontrado tu lugar. Un sitio en el que poder charlar de la vida con quien te plazca, quedarte mirándole a los ojos y entonar una de esas risas sordas con las que a todos nos removías el corazón. Gracias Don Jesús, por tanto, y suerte allá a donde vayas.