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Firma de una amnistía anunciada

Cuatro páginas, 1547 palabras y el comienzo del final del estado de derecho español. Esta podría ser la síntesis del documento de amnistía firmado finalmente el pasado jueves, aunque más de uno suponemos que acordado desde hacía bastantes días, entre el PSOE y Junts Per Catalunya.

Lo dramático del asunto no es que finalmente Pedro Sánchez, y sus secuaces, hayan entrado por el aro del prófugo Puigdemont. Más bien es lo que han tenido que tragar durante el proceso, mentir a todo aquel que preguntara y terminar arrodillados ante aquellos que solo les une un fin común: el desmantelamiento de España y sus instituciones.

Del amigo Pedro, Antonio para los amigos, ya nada nos sorprende. Al menos a aquellos que vimos el percal desde los inicios, cuando, cargado de panfletos, se organizó en primera persona su propia campaña política, defenestrado por los pesos pesados de su partido y amarrado a un fino hilo de esperanza que todos creían que verían partirse más pronto que tarde.

El arduo trabajo de convencimiento a todo aquel que se cruzara en su camino tuvo sus frutos, finalmente y contra todo pronóstico. Pero aquella mirada de ambición y ansias de poder a toda costa no ha cambiado ni un ápice desde aquel lejano 2017, cuando volvió con renovadas fuerzas a poner patas arribas a su partido y el país del que sigue siendo presidente en funciones.

Seis años después ha optado por “rematar la faena” concediéndoles a aquellos, que les importa entre poco y nada su continuidad al frente de España, todo aquello que a priori juraba y perjuraba semanas atrás que jamás cedería.

Pero claro, lo de Pedro ya es puro vicio, buscar el sumun de la mentira e intentar superar la anterior fechoría acometida contra el país, instituciones y ciudadanía. Y lo hace sin el más mínimo atisbo de duda, manteniendo la serenidad y aludiendo a que él no ha mentido, simplemente «ha cambiado de opinión.»

Todo es por la concordia y apertura de una nueva etapa en nuestras relaciones con Cataluña

El problema es que los cambios de opinión de Sánchez siempre van en la misma dirección: polarizar a la ciudadanía y, aprovechando la tesitura, clavar el puñal aún más hondo en la confianza de todos aquellos que, en alguna ocasión, otros quizás ya en demasiadas, se creyeron las mentiras reiteradas que salen de su boca.

Pero tranquilos, todo es por la concordia y apertura de una nueva etapa en nuestras relaciones con Cataluña, como si esta última no fuera un pedazo más de tierra perteneciente a esta nación milenaria llamada España.

Supongo que cada vez que hace referencia a este argumento, para convencer al rebaño que lo sigue fielmente hasta el matadero, Puigdemont se revuelve en su silla muerto de la risa mientras habla por teléfono con la empresa que ya les prepara las urnas y papeletas para el próximo referéndum.

Eso sí, en esta ocasión pactado con España, o mejor dicho, con todos aquellos partidos que en el algún momento han intentado o persisten aún en hacerla caer en todos los ámbitos. Por supuesto, el referéndum debe de darse y además votando solamente los ciudadanos catalanes, aunque estos se llamen Hasán o Wilson.

Si es posible se investigará el pasado de cada uno de ellos y el que levante alguna sospecha de españolidad será automáticamente vetado para poder ejercer su derecho a voto. No vaya a ser que no salgan las cuentas y sigan teniendo la obligación de portar DNI español durante otra temporada.

La amnistía es solo la punta del iceberg que emerge ante la impasividad del pueblo

Ironías aparte, y tras la firma del documento de manera oficial, ahora queda solamente esperar a ver cuáles serán los tiempos que empleará Sánchez, y el simpático prófugo de Waterloo, para empezar a obrar ese milagro que, por lo pronto, no tiene cabida en esa «maldita Constitución» que ellos no redactaron a su apaño y medida.

Del citado documento, con el cual se intentará llevar a cabo toda esta sinrazón, me quedo con algunas frases delirantes que ya forman parte de esa historia dantesca que tiene que cargar a sus espaldas una nación como la nuestra. En cualquier caso dejo a su libre elección la lectura de la parte del texto que más le emocione a cada uno de ustedes.

Conclusión: prepárense que vienen tiempos revueltos, ya que la amnistía es solo la punta del iceberg que emerge ante la impasividad del pueblo. En estas semanas se ha tratado «la forma» en la que se intentarán llevar a cabo todas aquellas reformas en aras de los intereses de los partidos independentistas, con la finalidad de que Pedro Sánchez siga en el gobierno, no «el que», eso está más que acordado por las partes afectadas.

Porque si a estas alturas de esta parodia, con tintes dramáticos, no somos capaces de llegar a la conclusión de que Pedro, nuestro Pedro, hará cualquier cosa por mantenerse en la Moncloa, es que entonces no hemos aprendido nada de los años que lleva mintiéndonos, de manera sistemática y compulsiva en la cara, al conjunto de la sociedad española.

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