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De la droga al deporte de élite solo hay un paso

Hay que ver cómo cambian las cosas y la vida en general. Como un día nos acostamos siendo jóvenes e irresponsables y a la mañana siguiente, sin saber por qué, nuestro mundo ha dado un vuelco hacia la madurez. De esto posiblemente sabemos mucho los que, por suerte, hemos brincado ya la cuarentena. Quizás es la edad justa, tal y como está el patio actualmente, donde la mayor parte de seres racionales y con el conocimiento necesario para ser normales, o al menos parecerlo, alcanzamos la ansiada madurez.

Pero claro, estos cambios de actuar y parecer traen consigo otros de diferente índole que, de una manera u otra, transforman nuestro día a día. Porque no me negará nadie que hace cuatro días muchos de nosotros no nos recogíamos ni esposados y ahora nos cuesta hasta salir a tomar algo una noche cualquiera, aunque sea de “tranqui.”

La cuestión es que la fina línea entre ser un joven en pleno proceso de evolución personal y alcanzar esa zona de equilibrio general en nuestra vida, por momentos, se torna demasiado fina. Esto es tan sencillo de comprobar como fijarte en que muchos de nuestros amigos o conocidos, que hace apenas unos años, eran cuanto menos poco saludables. Incluso relacionarnos con ellos no era recomendable según el criterio de nuestras queridas madres.

Sin embargo, ahora, con solo unos años más en la mochila, se han convertido en seres ejemplares que toda suegra aspira tener como yerno para una de sus hijas… O hijos. Y esto lo podemos atestiguar con las modas del momento, como por ejemplo hacer deporte como si no hubiera un mañana. Es decir, que de la droga a convertirte en un deportista de élite solo hay un paso o eso es al menos la conclusión que sacaba hace apenas unas semanas cuando, tras una de estas reuniones de “viejos alumnos de este o tal colegio” me reencontré con algunos de esos “zamarros reformados” y podía constatar esta teoría.

La mayor parte de ellos ahora son expertos en running, ciclismo, montañismo y todo aquello que termine en algo que a priori suena a sano y de persona de bien. El tema aquí es que todos aquellos que los hemos tratado en épocas pasadas somos conocedores a la perfección de sus actividades lúdico-sociales que tenían con anterioridad y lo que se dice sanos o responsables no lo eran demasiado. Porque eso de pirarte de fiesta y volver a los tres días sin saber que tu madre había ido ya dos veces al cuartel a denunciar tu desaparición, no es precisamente el fiel reflejo de la responsabilidad.

Pero claro, ese es el resultado de beberte, comerte y meterte todo aquello que te han ofrecido en las últimas 72 horas con los consiguientes efectos, entre ellos no tener ni pajolera idea de tu ubicación en tiempo real, que día es o simplemente si amanece o ha caído la noche. Ahora, unos años después, algunos de estos fiesteros con diploma te dan consejos sobre alimentación, de temas deportivos e incluso de suplementación, aunque esto último es más o menos entendible teniendo en cuenta la experiencia que atesoran de tiempos pasados sobre sustancias químicas.

Te cuentan lo felices, pero sobre todo lo sanos que se encuentran ahora, y que ni ellos mismos se creen que pudieran haber llevado aquella vida anterior y todo lo que en ella acontecía día sí y día también. Indudablemente, la madurez ha tocado a sus puertas, aunque alguno de ellos, reconvertidos en atletas de bien, tengan las neuronas justas para pasar el día, antes y ahora. En cualquiera de los casos siempre es mejor verlos puestos de vitaminas, creatina o proteína que otras cosas terminadas en “ina” o directamente denominadas bajo algún acrónimo, como por ejemplo el LSD.

Todo ello aun a sabiendas de que la cabra siempre tira al monte y que de algún modo han encontrado en él tan de moda deporte de alto rendimiento, una forma de chutarse algo que los mantenga en la ola. En el otro extremo hay raritos como un servidor que ni antes hacían uso de drogas al uso, ni ahora les ha dado por echarse a correr, cuál gacela lo hace en mitad de la sabana africana delante de un león, a modo de preparación para disputar esta o aquella prueba atlética de referencia en la zona.

Todo ello sin hablar de lo que cuesta estar metido en el mundillo deportivo. Ya ni hablamos si te da por disciplinas como por ejemplo la bicicleta, con modelos que valen más que un coche de gama media, u otros deportes elitistas no aptos para pobretones, como el que aquí firma estas líneas. A todo esto yo me pregunto… ¿Realmente será tan positivo un cambio de vida de ese tipo? Si nos vamos a los números fríos creo que no, por el recién mencionado coste de este tipo de hobbies.

Irte de fiesta y aprovisionarte de tu material favorito, creo que costaba menos y posiblemente terminabas menos cansado y sudado. Si hablamos en términos de salud tengo mis dudas, ya que en una de esas te peta la patata en pleno sprint. Normal, por otra parte, después de tanto trabajo acumulado en las últimas décadas. Aunque, respecto a esto último, hace poco un buen amigo me argumentó que esos que tanto se drogaron de jóvenes tienen el corazón entrenado para ir a 1.000 pulsaciones por minuto. Igual drogarse sin mesura tenía sus beneficios posteriores y todos estos cabrones no lo sabían… Hay que joderse.

Imagen de Urban Vintage

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