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Filosofía de bolsillo

El “saber no ocupa lugar”, pero nos aleja de la ansiada felicidad
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El “saber no ocupa lugar”, pero nos aleja de la ansiada felicidad

Lo hablaba con un buen amigo durante el transcurso de un almuerzo a razón de las ventajas e inconvenientes de ir entendiendo, de algún modo, la forma en que gira el mundo a nuestro alrededor; conocer de manera paulatina los mecanismos sobre los que se desarrollan los asuntos más relevantes que afectan a nuestra existencia, y por ende nuestra capacidad de alcanzar la ansiada felicidad, haciéndonos además responsables de las consecuencias directas de nuestros actos. En definitiva, afrontar lo que va aconteciendo, intentando aplicar a su vez la dosis adecuada de experiencia, madurez y templanza.

Cuando la intrascendencia se apodere de nosotros
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Cuando la intrascendencia se apodere de nosotros

Escuchaba atentamente hace unos días un pódcast en YouTube en el que sus protagonistas hablaban sobre la importancia de las nuevas tecnologías en el ámbito de la información y las comunicaciones. No está mal eso de intentar captar conocimientos referidos a aquello que te da de comer, aunque tu categoría profesional sea la de un simple “ayudante de redacción”.

El caso es que el tipo que impartía la masterclass avisaba de que, en un futuro no muy lejano, la mayor parte de los redactores y copywriter que actualmente copan el sector deberían de ir haciéndose a la idea de que, más pronto que tarde, tendrían que buscarse un nuevo empleo. Básicamente, porque las tareas que ellos realizan en estos momentos, muy pronto las hará un programa de ordenador gestionado por una potente IA.

Con los sueños metidos en conserva
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Con los sueños metidos en conserva

Si de soñar hablamos y lograr convertir en una realidad esas mismas ensoñaciones, quizás la realidad de la mayoría de todos nosotros esté asociada de manera inherente a verbos tan conocidos como esperar, aguardar, postergar, aguantar, prorrogar, confiar, ambicionar, etc. Casi todos ellos, a su vez, suelen ir conjugados en un tiempo verbal presente de subjuntivo, es decir, con idea de llegar a realizar algo a corto o medio plazo, aunque siempre de manera hipotética.

Y es curioso, porque así pasamos buena parte de nuestra vida: hipotecados. Pero no precisamente de la manera que deberíamos estarlo si lo que nos interesa es nuestro bienestar general, algo de lo que todos somos conscientes, pero a lo que parece que no encontramos un remedio eficiente. Pasar del “espero poder hacer esto o aquello” a “estoy haciendo esto o aquello” hay un mundo. A veces tan inmenso que jamás alcanzamos esa meta ficticia que marca precisamente el inicio de algo que verdaderamente ansiamos.

Lucha invisible de gigantes
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Lucha invisible de gigantes

En la actualidad afirman algunas estadísticas emitidas por organizaciones relacionadas con la salud que, al menos, 1 de cada 20 personas en el mundo padece depresión en estos momentos de su vida, o lo que es lo mismo, el 5% del total de la población. Y a decir verdad, viendo el panorama general, diría que esa medición global se me antoja incluso corta a tenor de las conductas que adoptamos buena parte de nosotros en nuestro día a día, fruto del malestar generalizado en el que andamos instaurados desde hace ya demasiado tiempo.

La felicidad, esa fugaz y exigua "rara avis"
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La felicidad, esa fugaz y exigua «rara avis»

Hace unos días me encontraba con esta pequeña reflexión de la escritora británica Virginia Woolf, que forma parte de los textos de uno de los libros que componen su extensa obra;

“Hay un tipo de tristeza que viene de saber demasiado, de ver el mundo como realmente es. Es la tristeza de entender que la vida no es una gran aventura, sino una serie de pequeños e insignificantes momentos. Que el amor no es un cuento de hadas, sino una emoción frágil y fugaz. Que la felicidad no es un estado permanente, sino una rara y fugaz vista de algo que nunca podremos sostener. Y en ese entendimiento, hay una profunda soledad, una sensación de estar aislado del mundo, de otras personas, de uno mismo.”

Se me vino a la cabeza como, de manera asidua, no solemos reparar en esta realidad manifiesta que suele darse en la vida de la mayoría de nosotros. De algún modo escenifica la crudeza a la que nos vemos sometidos y como solo unos pocos, logran atisbar tal sinsentido vital e intentan, de manera eficiente, darle “la vuelta a la tortilla” emocionalmente hablando.

El exceso de positivismo, y sus consecuencias, en nuestra sociedad actual (Parte I)
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El exceso de positivismo, y sus consecuencias, en nuestra sociedad actual (Parte II)

En la primera parte de este artículo abordábamos, entre otras cuestiones, las razones de por qué el exceso de positivismo se ha convertido en uno de los principales problemas existenciales que en la actualidad asolan a nuestra sociedad. En esta segunda entrega intentaremos poner el foco de atención en los datos que confirman esta teoría, la importancia de conocer nuestra historia para comprender y atajar esta situación y como la solución, en ocasiones, solo depende de nuestra actitud ante la vida.

El exceso de positivismo, y sus consecuencias, en nuestra sociedad actual (Parte I)
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El exceso de positivismo, y sus consecuencias, en nuestra sociedad actual (Parte I)

Dice nuestro certero refranero español que “el querer es poder” y es probable que no le falta razón en según qué cuestiones, aunque quizás esta afirmación debería de analizarse en profundidad desde la engañosa óptica del positivismo, o mejor dicho, del exceso de este mismo. Y no, no es casualidad que gran parte de la población lleve años impregnada por este sentimiento manifiesto de que cualquiera, de quererlo, puede conseguir todo aquello que se proponga sin más esfuerzo que desearlo. Planteamiento, por otro lado, totalmente erróneo y destructivo para todo aquel que intente aplicarlo en forma y modo.

No es nuevo eso de escuchar, en boca de vendehúmos profesionales, eslóganes carentes de fundamento donde pareciera que vivimos en un jardín de rosas perpetuo y que nuestra única misión en esta vida sea la de intentar alcanzar nuestros sueños. Además, generalmente, quienes incitan a la población a seguir este tipo de conductas se les suele olvidar (intencionadamente) que, para poder lograr nuestro propósito, en cualquier ámbito de la vida, es preciso activar una serie de mecanismos en el sujeto que suelen resultar proporcionalmente directos con el nivel de éxito final de los objetivos marcados.

El hombre del espigón
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El hombre del espigón

Los sábados por la tarde toca intentar relajarse. A veces el sistema es coger un libo y dedicarme unas horas a su lectura. Otras montarme en la moto y realizar una de mis rutas preferidas, que termina llevándome, por lo general, a desembocar en la playa de Portman. El lugar es uno de mis favoritos de la zona porque, además de tenerlo relativamente cerca de casa, me sirve para intentar detener el zumbido constante de pensamientos que, por momentos, suele ser atronador.

Mi rutina al llegar siempre, o casi siempre, es la misma: Aparco la moto, me despojo de “los artes” y me siento en uno de los muretes perimetrales que hay en la parte alta del paseo. Desde ahí puedo observar, con una vista totalmente despejada, la bahía al completo, el pequeño embarcadero trasero y como se recorta la costa en dirección a Cartagena con las formas que el agua y el viento han ido tallando en aquel lugar a lo largo de los siglos.

Tú lo que estás es "desubicao"
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Tú lo que estás es «desubicao»

Tal y como reza el título de esta pequeña reflexión, además empleando esta misma expresión, incluso el “desubicao” final, me intentaba hacer comprender mi situación, el camarero de una cafetería muy céntrica de Cartagena. Además, lo hacía de manera cercana como dándome a entender “tranquilo que hay mucha gente como yo que estamos en tu misma onda”, a pesar de no haber cruzado con él ni una sola palabra hasta aquella misma mañana.

Pero esta es la idiosincrasia que solemos tener los autóctonos cuando alguien se sienta en la barra de un bar a tomar un café y termina filosofando con el que hay tras la misma. Este último, en su tarea cotidiana de “aguanta penas” termina por intentar poner luz a tus pensamientos más oscuros y, en caso de no lograrlo, al menos te coloca en el mapa ficticio que delimita a la sociedad incluso, aunque como parecía que era mi caso particular, me hallara sin ubicación ni rumbo fijo. Vamos un desubicado de toda la vida.

El brazo del que no te asirás
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El brazo del que no te asirás

Hace unos días mi mujer me convencía para pasar una mañana de tiendas en uno de los centros comerciales de la zona. No soy muy dado a estos menesteres, menos aún cuando la visita a dicho recinto no tiene finalidad alguna por mi parte. Es decir, no llevo intención de ningún tipo de comprar nada. Pero eso poco o nada le importa a una fémina en búsqueda constante de renovar el armario, (así lo llaman ellas) algo a lo que uno se debe de acostumbrar de estar casado, si no quiere que lo sustituyan por otro más joven, guapo y amable.

No tengo intención de hablar de tiendas de ropa, dar lecciones maritales o simplemente explayarme sobre temas personales en estas líneas. Sin embargo, sí poner en contexto la situación que viví precisamente esa mañana, en concreto, gracias a las exigencias textiles de mi señora. He de reconocer que, para poder practicar el arte de la contemplación, hace falta salir de entre las cuatro paredes que habito, básicamente porque desde allí lo más que veo es la vaya contigua del vecino… (Otro día hablaré de la afición de este a caerse de la escalera).

El pesado lastre de la libertad
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El pesado lastre de la libertad

¿Se han parado a pensar alguna vez lo caro que cuesta ser libre en la actualidad? Quiero decir, vivir en ese estado permanente de normas, leyes y conceptos aplicados a nuestra sociedad que en teoría fundamentan lo que la mayor parte de la población entiende por libertad. Porque… ¿Qué es ser libre realmente? Es una pregunta que, a título personal, me formulo cada vez con más frecuencia, teniendo en cuenta el nivel distópico al que está llegando el Matrix que envuelve nuestras vidas.

Esta pequeña reflexión viene a colación de los últimos acontecimientos que azotan nuestra cotidianidad diaria y de cómo el concepto de libertad ha terminado mutando hacia una sociedad de control donde pareciera que ser libre es igual a estar totalmente alineado con todas aquellas imposiciones que establecen los “guardias del cortijo”. Por supuesto, en pro de sus intereses, aunque intenten hacernos creer todo lo contrario.

Nunca es tarde si la dicha es buena
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Nunca es tarde si la dicha es buena

Me paro a pensar cuántas veces habré escuchado esta célebre frase extraída de nuestro refranero y la verdad es que han sido cientos sino miles las que, de una forma u otra, alguien me la espetó en mitad de alguna conversación, o lo hicieron con otro u otra dentro del mismo contexto.

Y la verdad, si analizamos tranquilamente cada una de las ocho palabras que la componen y el significado de estas en conjunción y particularmente en este orden, habría que decir que estamos ante una verdad casi absoluta aplicada a prácticamente cualquier campo de la vida.

Falsas Expectativas, infelicidad constante
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Falsas Expectativas, infelicidad constante

Dándole vueltas a mi cabeza, esa que no deja de reconfigurar mis ideas y principios de manera constante, pensaba el otro día en el hecho de que de nos pasamos toda la vida queriendo lo que no tenemos, anhelando aquello que ya pasó. Buscando caminos alternativos para intentar alcanzar lo más rápido posible una meta idealizada, a la que por lo general no solemos llegar. Sintiéndonos insatisfechos de manera continua y envidiando a todo aquel que nos rodea. Ya sea por el coche que tiene, la mujer con la que está casado, o el marido; la casa donde vive o el lugar donde viaja en sus vacaciones. En definitiva, perdemos nuestro tiempo, y por ende nuestra vida, en crearnos falsas expectativas, que en la mayoría de los casos jamás se cumplirán.

Quintero, hasta siempre
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Quintero, hasta siempre

“El loco” nos abandona para siempre, supongo que buscando una colina donde descansar, en la que poder visualizar lo que va quedando de este mundo, junto a algunos de los que fueron sus compañeros en la gran pantalla y amigos fuera de ella.

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