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«Cuentos chinos en castellano»

A falta apenas de unos días para concluir este 2024 tengo la impresión de que este ha sido el año que más deprisa ha pasado de mi vida. Dicen nuestros mayores que conforme vas cumpliendo primaveras, esta sensación de velocidad y abismo existencial se va incrementando de manera proporcional. Es decir, que el paso del tiempo como tal se convierte por momentos en una acción cada vez más efímera y volátil. De igual modo, echando la vista atrás a los últimos 12 meses, también estoy plenamente convencido de que en este 2024 ha sido el periodo de mi existencia en el que más “cuentos chinos en castellano” he escuchado.

Ya sean nuestros políticos, esos que nunca defraudan en este aspecto, o algunas de las personas que me rodean, en infinidad de ocasiones me he sentido timado en modo y forma por algunos de ellos-Supongo que este sentimiento también se habrá dado de forma inversa, así que pido mis más sinceras disculpas a todos aquellos a los que haya podido defraudar-Y no, no hablo únicamente en términos económicos (Hacienda somos todos), me refiero también a muchos de los aspectos cotidianos de los que depende nuestra supuesta felicidad.

Hace bastante tiempo que no me creo casi nada ni tampoco a casi nadie, básicamente porque bastante tiene uno con no autoengañarse de manera constante para intentar complacer a los demás, como para estar pendiente de terceros en este aspecto. Las falsas expectativas intento siempre aparcarlas lejos de mi fuero interno para no tener que tragar con desengaños inoportunos fruto de las acciones de otros, y que en definitiva terminen afectando a la paz mental de uno mismo.

Sin embargo, la ingente cantidad de vendehúmos y desalmados morales que terminan por rodearnos (muchas veces sin buscarlo), te hacen estar más alerta cuando a base de cuentos chinos que suenan en castellano te intentan convencer de casi cualquier cosa. Solo hay que echar un ojo a nuestros políticos para poder confirmar esta teoría, dando habida cuenta de cómo nos la meten una y otra vez, al punto de haber terminado normalizando situaciones que otrora serían simplemente un despropósito y contarían ipso facto con la rebelión del pueblo.

Pero como digo en este 2024, esas sensaciones casi místicas han terminado por apoderarse de mi enfoque global de la situación, siendo plenamente consciente de que todo esto es el comienzo del fin de una era. Algunos achacan esta corriente de pensamiento al exceso de “nostalgia intelectual”. Otros hacen referencia al “sesgo cognitivo” que sufrimos buena parte de la población, fruto principalmente de la edad y el constante trotar del mundo desabrido que nos ha tocado vivir y que no espera a nadie.

Ahora bien, no siempre es fácil ser consciente de manera plena como alguien intenta venderte la moto, aludiendo a esos dogmas de fe que tan bien han calado en nuestra sociedad actual. Ya sean temas tan candentes como el feminismo, el cambio climático, el globalismo o la famosa Guerra de Ucrania, cada cual te cuenta la feria según le interesa a él mismo y sus intereses. Incluso hay ocasiones en que, aun sabiendo que la proclama no tiene sentido alguno, la intentan validar haciendo uso de conceptos intangibles como la patria, la religión o las siglas partidistas a las que profesa su devoción política.

Todo vale en esto de convencer (o engañar llegado el caso) a aquel que tenemos al lado y que no comulga con las directrices impuestas por la ideología imperante del momento a la que estamos abonados. No es algo nuevo en la historia del ser humano, ya que a lo largo de esta, dentro de los diferentes tipos de sociedad que se han ido conformando, siempre han existido, y lo seguirán haciendo, aquellos que viven al servicio del poder, sin más objetivo en la vida que embaucar a todo aquel que se encuentra al otro extremo de la cuerda.

Incluso, llegado el momento, también intentarán hacer lo propio con esas personas que buscan siempre no establecerse en los límites de pensamiento que ofrecen los extremos, delimitando un punto intermedio entre ambos a base de lógica y sentido común. De hecho, en este 2024 esa máquina del fango a la que hace referencia “Antonio” en cada discurso, pone de manifiesto el nivel de polarización al que está sometida nuestra sociedad.

Es por ello que, de manera constante, oímos de un lado y del otro un repertorio sin parangón de cuentos chinos difíciles de creer, incluso para muchos de aquellos acólitos que hasta ahora jaleaban desde el barro a su mesías postrado en lo alto del púlpito. No sabemos si lo hacen en un intento de despertar de este sueño Orwelliano en el que estamos viviendo, o simplemente porque las tragaderas del pueblo ya no dan más de sí.

En cualquier caso, las elites ya avisan que en 2025 algo gordo puede suceder. Ya sea una nueva plandemia, una invasión extraterrestre o que el sistema monetario se vaya definitivamente al carajo. Si esto les parece malo hacerles saber que otras teorías menos benévolas también están en el tintero de los posibles. Por ejemplo, el inicio de una guerra global de magnitudes épicas. Quién sabe, de tanto especular igual cae el conocido meteorito que tantas veces ha pasado rozando nuestro planeta (eso dicen los científicos) y nos vamos definitivamente a la mierda.

Mirándolo por el lado positivo ya no haría falta que nadie se dedicara a contarle cuentos chinos al de enfrente para intentar convencerlo de lo que no es. Incluso llegado el caso, de quedar algún resto de vida sobre la faz de la tierra, los supervivientes podrían incluso llegar a entenderse, dando prioridad a las cosas verdaderamente importantes, ignorando las que no lo son y desterrando a todos aquellos incapaces de hacer de este mundo un lugar mejor. Dicen que soñar es gratis, así que no perdemos nada por intentarlo.

Imagen: Noticias UNSAM

1 comentario en “«Cuentos chinos en castellano»”

  1. Sólo puedo decirte que el tal «Antonio» se está esforzando mucho por dejarnos una sociedad peor, y lo está consiguiendo. Es un hijo de la grandísima ****, no tengo dudas.
    Aparte que tiene a su mujer y a su hermano de barro hasta el cuello.
    Es clara su estrategia de dividir al país, de llenarlo de inmigrantes ilegales, de hundir las instituciones, de controlar los medios y los jueces. De dominar el relato, con tantas mentiras y cambios de opinión como sean necesarios.
    Yo no quiero este país para mí hijo, y espero que los españoles voten en consecuencia,cuando «Antonio» nos deje.

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