Hace unos días leía un artículo publicado, el pasado 2022, en El Confidencial, por Héctor García Barnés, al que no tengo el gusto de conocer, ni tampoco su obra, si va más allá de las columnas que publique en cualquier otro medio de comunicación.
En él aludía a una parte de la sociedad, al parecer entrada en años, que sigue anclada a tiempos pasados y que, con la excusa de pertenecer a aquella época, critican de manera constante la sociedad actual y todo lo que la rodea. Sobre todo hacía hincapié en esa falta de concienciación, por parte de los abueletes y puretas, del cambio al que estamos asistiendo en todos los aspectos.
De hecho, el artículo lo titula “La nostalgia intelectual que piensa que ahora todos somos tontos (y antes, muy listos)” y de corazón invito a todo el mundo a que le eche un ojo y saque sus propias conclusiones.
Yo acabo de cumplir 41, pero hace como unos 15 que veo el devenir de los acontecimientos.
La cuestión es que me hizo gracia por varias cuestiones, pero fundamentalmente porque centra su discurso en que esa supuesta «nostalgia intelectual» pertenece a personas que han vivido en épocas anteriores, sobre todo del siglo pasado, y las cuales critican a la sociedad actual por el mero hecho de no comulgar con la tónica instalada en la misma.
Digo que mi hizo gracia porque yo acabo de cumplir 41, pero hace como unos 15 que veo el devenir de los acontecimientos. Antes de una manera más enturbiada, ahora con una mayor nitidez manifiesta, cuando analizo en primera persona a los que me rodean, ya sea de mi edad, y generalmente por debajo, y el rumbo que llevamos en casi todos los ámbitos sociales.
Llegado a este punto es indudable pensar por qué hemos llegado hasta aquí y si realmente es una “nostalgia intelectual” la que nos rodea a algunos de nosotros, la misma a la que alude García Barnés, o, por el contrario, es una realidad manifiesta dentro de una sociedad sumida en una palpitante decadencia.
El problema principal en este asunto, y lo dice alguien que no es doctorado en nada, nada más que en intentar vivir y dejar que lo hagan los demás, es la falta de valores que asola nuestra sociedad actual.
Cierto es que a lo largo de la historia esto se ha repetido una y otra vez, y sea consecuencia directa de que, en algunos aspectos, vayamos para atrás como los cangrejos. También es cierto que hemos avanzado en muchísimas cuestiones, pero eso no es autoría, de manera exclusiva, de la masa social actual que conformamos esta sociedad. Ni la de ahora, ni la de antes, donde se criaron esos a los que critica el autor del artículo.
Por otro lado, en cualquier época ha habido de todo “en la viña del señor”, pero ese todo, computado en forma de individuos dentro de un sistema, no se ha comportado de la misma forma. El problema principal en este asunto, y lo dice alguien que no es doctorado en nada, nada más que en intentar vivir y dejar que lo hagan los demás, es la falta de valores que asola nuestra sociedad actual.
Si bien la educación como tal pasa por sus horas más bajas, (podéis comprobarlo saliendo a la calle y preguntándole a cualquier español medio entre 18 y 30 años que sabe de la historia de su país, no del mundo, de su país, de los últimos 50 años), es esa falta de valores la que nos ha llevado a una decadencia servil y anodina que deja pasar la vida como el que espera en una estación de tren a que llegue el próximo destino.
No hablamos únicamente de que los jóvenes de ahora, y me incluyo, no tengamos conocimientos varios que nos harían entender de una mejor manera el mundo actual. Hablo de gente que simple y llanamente carece de una pizca de educación, sentido común y posibilidad de discernir lo que es mejor o peor para ellos.
Todo ello nos lleva a una encrucijada vital donde no somos capaces ni tan siquiera de percibir el nivel de imbecilidad en el que estamos sumidos
Y no, no es miedo a un cambio social, económico o tecnológico. Es de cajón que en la actualidad gozamos de una serie de ventajas, médicas, sociales o económicas que antes no. Es cuestión de una revisión profunda de sí realmente esta es la sociedad que queremos y cuál es el destino hacia el que nos lleva la misma
Yo lo tengo claro y no es por esas “causas nostálgicas” a las que alude Barnés, para defender lo que representa su generación y buena parte de la mía en la actualidad. Sin embargo, sé que hacia atrás no vamos y que esto es una cuestión de adaptarse o morir. Pero dicho esto; Yo no quiero una sociedad sin ética, sin valores, sin conocimiento de nuestra historia, sin piedad por el débil o empatía por el que está en frente.
Tampoco una sociedad donde se protege al delincuente, donde estamos acomplejados y hemos perdido el valor para llamar a las cosas por su nombre, por miedo a ser señalados por la masa. Todo ello nos lleva a una encrucijada vital donde no somos capaces ni tan siquiera de percibir el nivel de imbecilidad en el que estamos sumidos y como, los que gobiernan nuestras vidas han perfeccionado un maquiavélico sistema con el que hacer lo que les da la real gana, sin ya tan siquiera tener que esconderse para ello.
O es que ¿acaso queremos volver a vernos como cuando un tal Francisco Franco estaba al mando y no había quien alzara la voz? Pues amigo Héctor, quizás estemos más cerca de eso que nunca, aunque habiendo TikTok, Facebook y la madre que nos parió a todos, que nos quiten lo bailado, ¿no?