Preparados, listos… Hasta siempre
Llevo como una hora sentado en un incómodo banco a la puerta de un tanatorio, viendo la vida pasar, nunca mejor dicho. Desde hace unos años siento una mezcla de desasosiego, malestar y fobia a partes iguales cada vez que, por motivos puramente relacionales, tengo que acudir a uno de estos recintos mortuorios. Quizás por ello siempre evito mi presencia en estos lugares, salvo que la relación con el fallecido y la familia sean tan estrecha que no me permita de ningún modo, al menos moralmente, escapar al mal trago de hacer acto de presencia.
