Aún recuerdo mi época de estudiante de instituto, (no logré superar esa etapa formativa) en la que, llegado a una edad, uno debía decidir qué camino tomar el cual, y todo parecía en aquellos años que sería de por vida, marcaría tu devenir para siempre. Por aquel entonces escuché en infinidad de ocasiones las expresiones “carreras con salida” o “trabajos con salida”. Los demás, al parecer, te llevarían hacia un camino oscuro fuera de la red principal del que sería difícil poder salir.
El hecho es que en mi último año de E.S.O. tome la decisión, o mejor dicho, me llevaron a tomarla, de escoger las materias de física y química como asignaturas opcionales, básicamente porque era la única forma de poder acceder posteriormente a un bachillerato tecnológico, como lo llamaban por aquel entonces.
La cuestión es que a mí nadie me preguntó nunca cuáles eran mis inquietudes o expectativas académicas que debían convertirse posteriormente en laborales. Ya en segundo de bachillerato, terminando la primera evaluación, el profesor de química una mañana nos dio una charla que él, inconscientemente, no sabía que marcaría para siempre mi devenir y posiblemente el de algún otro que también lo escuchaba atentamente en ese momento.
Hablando de una manera distendida preguntó a algunos de los presentes cuál sería la carrera o módulo superior que harían una vez terminado aquel último curso de bachiller, y posteriormente la selectividad, si optaban por el camino universitario. Una vez algunos de mis compañeros expresaron su sentimiento estudiantil para lo sucesivo, Vicente, así se llamaba aquel profesor, espetó lo siguiente:
— “Si no queréis pasar hambre en España, hacer unos estudios tecnológicos o de ciencias. Los que optéis por las letras tenéis poco futuro”. Y se quedó tan pancho.
Dos semanas después de aquella charla instructiva abandoné el curso de manera definitiva. Incluso el jefe de estudios del centro se personó a los días en mi casa para intentar convencer a mi señora madre de que cometía un error. Pero ya nada se pudo hacer para revocar mi decisión, la misma que me llevaría a ser un esclavo del mercado laboral actual, dando bandazos de un lado a otro, durante mucho tiempo.
La realidad de todo este asunto es que, muchos años después, algunos de mis compañeros se convirtieron en profesores de letras, periodistas o abogados, entre otros, y no, no han tenido que dejar de comer en ningún momento por haber estudiado una carrera de letras.
En colación a todo esto, hace unas semanas, de casualidad, tuve una conversación con el hijo de un buen amigo que este 2024 termina la E.S.O. y el chiquillo se encontraba bastante desorientado laboralmente hablando. Según comentaba, el chaval no iba a escoger la opción del bachillerato, pensaba hacer algún módulo de formación profesional actual.
Entonces le pregunté si tenía algo en mente, pero sobre todo si alguno de los cursos que se imparten actualmente le atraen por los conocimientos que allí se imparten. Evidentemente, me contestó que no, pero que según su padre, un buen tío hasta decir basta, y que además quiere lo mejor para sus hijos en este mundo carente de compasión, le había aconsejado que se preparase algo de la rama de la administración, que eso suele tener “bastantes salidas.”
En ese momento asimilé como, una criatura que acaba de cumplir 15 años, ya tiene grabado a fuego ese mantra educativo que no solamente no te ayuda a evolucionar en lo académico, sino que en muchas ocasiones te lleva hasta la desesperación y el desasosiego en lo personal. Sobre todo cuando, años después, compruebas en tus carnes que lo que en España denominamos “tener salida” es trabajar 8 horas diarias, si tienes suerte y no son 10 o 12, metido en una oficina, haciendo tareas que terminas detestando por poco más de mil cochinos euros.
Los llaman «trabajos con salida», lo que no queda muy claro es hacia donde nos lleva esta
Y a estas alturas de la película yo me pregunto ¿de verdad se sigue educando a la juventud en este sistema sin sentido y carente de valores, de los de verdad, no de los ideados por los que manejan el cotarro, que lo llevarán a una vida de mierda donde probablemente reinará constantemente la desilusión? (El número de suicidios anuales en jóvenes avala esta teoría)
Pues parece que sí. Además, seguimos instalados en la idea de estudiar algo para lograr tener un trabajo medianamente decente, pero sobre todo con salidas, olvidándonos por completo de nuestras necesidades personales, esas que, de tenerlas cubiertas, en ocasiones suelen acercarnos a ese estado tan idolatrado que denominamos felicidad.
Y no, las profesiones con salida, esas que generalmente nunca soñamos desempeñar, no nos acercarán a la tan ansiada felicidad. Básicamente, porque la mayor parte de profesiones han sido diseñadas para recluir a peones de trabajo, sin importarles, por norma general, si cada mañana, durante el resto de sus vidas, se levantarán con más o menos ganas de ejercerlos de la manera más eficiente.
Los llaman «trabajos con salida», lo que no queda muy claro es hacia donde nos lleva esta y si, en caso de sentir que nos hemos equivocado de dirección, podremos dar la vuelta y volver por ese mismo camino que quizás nunca deberíamos de haber transitado.