Corría el mes de octubre del fatídico año 2020 cuando el reputado cirujano plástico Pedro Cavadas, conocido por el público en general como el Doctor Cavadas, explicaba de manera concisa, en el famoso programa televisivo del Hormiguero, el negocio mil millonario que supondría la venta de vacunas diseñadas para acatar la llamada pandemia del Covid-19, declarada por las élites globalistas, apenas unos meses antes. Además, dejaba entrever la poca o nula eficacia que podía tener un medicamento testado durante solamente unos meses antes de su comercialización.
Al hilo de este tema, Cavadas también alertó de los posibles efectos adversos de esas mismas vacunas durante el transcurso de la entrevista, hecho que no pasó desapercibido en las altas instancias burocráticas, con la consiguiente campaña mediática, financiada con dinero público, contra su persona y labor profesional. Los medios de comunicación convencionales, esos a los que siempre nos instan consultar desde nuestro gobierno ante cualquier noticia de rigor, no tardaron en acatar las órdenes de sus superiores políticos con el fin de desgastar la figura pública del reconocido cirujano.
Sin embargo, Cavadas siempre ha salido airoso de aquellas noticias relacionadas con este tema que atacaban directamente a su persona o en su defecto han intentado contradecir su criterio profesional. Por lo general, la mayoría de ellas, fruto de la opinión de esa horda de expertos de todo y de nada, que se sacan de la manga las cadenas televisivas según el ideario marcado en cada momento. Indudablemente, el prestigio de alguien como Pedro Cavadas no se puede manchar sin pruebas fehacientes relacionadas con el asunto en cuestión, independientemente de lo que estemos hablando, recurso indispensable en todo debate y que, como norma general, no suelen utilizar la panda de impresentables que forman parte del teatro televisivo diario.
Más allá de la excelente reputación médica del Doctor Cavadas, en estos últimos días, en diferentes foros públicos, ha corrido como la pólvora la fotografía del susodicho junto a una de sus últimas presas lograda gracias a una de sus mayores pasiones: la caza con arco. Una imagen de este tipo, ya sea el propio Cavadas o cualquier otro quien termine siendo el protagonista de la misma, es verdaderamente dantesca. Casi siempre se repite el formato donde podemos ver al fulano o fulana de turno, junto al animal muerto, luciendo una amplia sonrisa.
Claro, uno se pregunta que cable pelado hay que tener en la cabeza para que este “hobby” se convierta en tu pasión. Supongo que el mismo que no le hace contacto en el mismo lugar a un torero o a todos aquellos degenerados morales que se dedicaban a lancear, por ejemplo, al ya extinto Toro de la Vega de Tordesillas en su versión original. Porque hay que ser muy poco racional y muy hijo de puta para asediar a un animal de esa manera hasta darle muerte de una manera agónica y cruel.
Y esto nada tiene que ver con la caza convencional como tal. Indudablemente que es necesaria para poder controlar las poblaciones de multitud de razas de animales si queremos mantener un equilibrio ecológico sostenible. Que ningún radical animalista venga aquí a taparse con este sayo porque un servidor no critica esta actividad milenaria si la misma es llevada a cabo bajo los cauces legales establecidos desde los diferentes organismos encargados de su regulación.
Ahora bien, el irte a la otra punta del mundo, donde tienes total impunidad para poder matar animales exóticos como los que caza el doctor Cavadas, no tiene razón de ser alguna. Y no hay manera coherente de poder justificar una actitud de este tipo, básicamente porque esas razas a las que se dedican a cazar, no precisan regulaciones poblacionales de ningún tipo. A nadie se le olvidará cuando “Juanca”, nuestro querido rey emérito, se partió la cadera, allá por el año 2012, en plena cacería de elefantes en Botswana, financiada supuestamente por un multimillonario saudí; “Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” es lo que se dignó a decir ante los periodistas cuando fue preguntado por el asunto al salir del hospital donde fue tratado de la lesión.
Suponemos que Pedro Cavadas no saldrá pidiendo disculpas al populacho tras exhibirse con una de sus presas, básicamente porque él no tiene que rendirle cuenta alguna a ningún pueblo, y porque abiertamente ha declarado que es una de sus mayores pasiones; “Recuerdo algo así con un Caribou en Yukón después de días y días de penalidades. Ese momento. Ese preciso momento, te lleva al cielo, a un cielo del que no volverás a bajar nunca. Eso es pasión por la caza con arco”, declaraba en una entrevista para la web oficial de Club de Caza.
No tengo claro a qué cielo se refiere; si a ese mismo que él dice haber alcanzado, o ese otro cielo ficticio al que ha mandado al bicho cazado en cuestión. Es indudable que Pedro Cavadas está en su pleno derecho de poder seguir practicando eso que él llama deporte o hobby, aunque para muchos de sus seguidores el héroe se haya convertido de manera drástica en villano. No seré yo quien lo catalogue de una cosa u otra. Sin embargo, es probable que ya no vuelva a mirar al tipo con los mismos ojos, aunque sabiendo separar de manera certera (similar a la que él aplica cuando de lanzar con su arco se trata), su labor profesional, de esa afición dantesca a la que dedica su tiempo libre.