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Lecturas que remueven el alma

Hacía mucho tiempo que no leía un libro y terminaba realmente removido. “El gato que venía del cielo” es la traducción literal de esta obra de apenas 160 páginas del autor japonés Takashi Hiraide, un texto que te llega a conmover por momentos si te consideras un amante de los animales y le das importancia a las cosas más pequeñas de esta vida, esas que inundan nuestro día a día y que en definitiva se encargan de dar forma a la misma.

Además, desde el inicio el autor va de cara; desde la primera página eres consciente de cómo van a ser las 159 siguientes. Es precisamente fruto de esa transparencia a la hora de exponer la historia donde radica la riqueza de esta obra. No seré yo quien desvele los acontecimientos, quien quiera saberlos, que le dedique una tarde de sábado y a buen seguro saldrá fortalecido espiritualmente. Solo decir que la trama se limita al transcurrir cotidiano de la vida de una pareja, y en medio de su existencia la presencia de un gato se convierte en parte protagonista de la misma.

A partir de ahí cada uno que haga las divagaciones que crea convenientes, pero desde mi punto de vista como lector merece y mucho la pena darle un vistazo a esta obra. En ella nos encontraremos momentos de alegría, tristeza, incertidumbre, humildad o coraje en el devenir de apenas unos años, tiempo en el que se desarrolla la trama principal. En definitiva, un libro que nos puede hacer reír o llorar, según el momento de la historia y los hechos que acontecen en el mismo.

La obra nos hace reflexionar sobre nuestro enfoque vital

Más allá de opinar sobre la propia calidad literaria de la que goza, esta lectura nos ofrece una serie de circunstancias vitales con las que el escritor japonés, de algún modo, intenta enfrentarnos desde el principio. Que pongamos los pies sobre la tierra y abramos los ojos ante las pequeñas cosas de la vida sería quizás la moraleja más importante que uno puede sacar del contexto que envuelve a la historia. Porque como digo Hiraide no pretende en ningún momento realzar ninguna de las partes del libro, más bien llevarnos por un viaje a lo largo de la vida y sus miserias, las desesperanzas que a todos nos aterran y el amor incondicional como pilar de nuestra existencia.

Debo de reconocer que a ratos se me hizo un nudo en la garganta y que desde mi sofá sufrí la angustia de sus protagonistas en ciertos momentos del relato. De algún modo me he sentido juez y parte en el pasar de las páginas y con ellas de las escenas que vivieron ambos en aquella pequeña casa donde habitaban. Por otro lado, me ha teletransportado a tiempos mejores, donde mi enfoque de vida era distinto y alrededor de él había personas a las que quería y que por desgracia ya no están.

Te hace repensar esos momentos y situaciones cotidianas a las que en primera instancia no les damos por lo general ningún valor y que, sin embargo, cuando algo fuera de lo común ocurre en nuestra vida y esta se pone patas arriba, entonces logramos atisbar la importancia que verdaderamente poseían. Apreciar lo que tienes en cada momento y mirar de frente a nuestro presente, no haciendo cábalas más allá del efímero instante en el que vivimos. También a ser consecuentes de hasta dónde podemos o debemos llegar, dependiendo de qué aspecto tengamos que tratar.

En definitiva, un paseo virtual por los lugares más recónditos del alma, esos donde se albergan las cosas más importantes de nuestra existencia, las cuales atesoramos bajo el candado del corazón. Rememorar lo que fuimos en algún momento, sabiendo lo que somos ahora y teniendo presente hacia dónde queremos ir, ya sea laboral, personal o espiritualmente. Todo esto y más se resume como digo en apenas 160 páginas y quizás sea necesario más de una lectura para alcanzar la plenitud de los detalles que el autor va dejando caer en cada página, donde nosotros, como lectores, los debemos encontrar y abrazar deliberadamente, o simplemente dejarlos pasar si creemos que no están en sintonía con nuestros pensamientos.

Más allá de todo ello lecturas de este tipo nos apartarán al menos, durante un rato, del constante y mundanal ruido que nos rodea, sumergiéndonos en otros universos paralelos que están ahí esperándonos para mostrarnos la “cara b” de esta vida, asi como la sencillez que puede alcanzar la misma en nuestro propio beneficio, si somos capaces de aprovechar ese momento de desconexión que nos ofrecen los libros.

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