La sociedad actual en la que vivimos buena parte de la población, en lo que se denomina «primer mundo», se desmorona como un castillo de naipes. Si esta conclusión la aplicamos a Europa en particular podemos observar como los que manejan el cotarro, los dueños del cortijo, se han propuesto desmontar el sistema por completo y llevarnos, no sabemos a cuento de que, hacia unos estándares de vida en los que claramente saldremos perdiendo en todos los sentidos antes o después.
El ya conocido Foro Económico Internacional, también llamado Foro de Davos, apela de manera constante a este tipo de cambios drásticos, amparados bajo la dantesca Agenda 2030, que en conjunto solo busca una cosa; el pleno control de la masa. De hecho, no se esconden para promulgar sus proclamas, una y otra vez, haciendo ver al plebeyo, es decir, usted y yo, que a nuestras libertades le quedan lo que se dice un suspiro. Ellos argumentan incesantemente que es por nuestro bien, pero ya se sabe que cuando alguien decide reiteradamente por ti, sin tan siquiera preguntarte, lo más probable no es que lo haga en favor de nuestro bienestar. Más bien en el del suyo propio y el de todos aquellos paniaguados que les bailan el agua.
La última de estas ingeniosas ideas es extinguir de manera unilateral la libertad de privacidad del individuo, bajo el lema “si no tienes nada que esconder, no tienes nada que temer”. Klaus Schwab, padre fundador del famoso foro, expresaba hace apenas unos meses, de manera rotunda, que hay que sentar unas bases donde la actividad individual, ya sea económica, social, laboral, etc., debe de ser sustituida en pro de un bien colectivo. Bajo este argumento liberticida, con ciertos tintes comunistas en versión 3.0, el amigo Klaus quiere controlar nuestras vidas como si de un gran hermano permanente se tratara.
Está claro que él, con la ayuda de su colega Christine Lagarde (presidenta del Banco Central Europeo) y el resto de ideólogos de este maquiavélico plan, van a intentar llevarlo a cabo de todas las formas posibles y que si los pocos contrapesos que tenemos para hacer frente a este tipo de acciones no actúan en consecuencia, es decir, los tribunales de máxima referencia dentro de cada país de la U.E., nos veremos abocados a una situación cuanto menos delicada. La misma que hará que nuestras vidas queden literalmente en sus manos y donde todos aquellos que no comulgan con el discurso no podrán hacer otra cosa que seguir al rebaño por el sendero marcado sin tan siquiera rechistar.
Para ello promulgan iniciativas como por ejemplo eliminar el dinero físico, pasando a un sistema monetario virtual donde ellos estén al tanto de en que, como, cuando y por qué gastas tu dinero. Por ende podrían limitar, bloquear o directamente hacer desaparecer tu capital disponible con tan solo pulsar un botón. A más de uno la idea le puede parecer surrealista e impensable, fiándose del buen hacer de esos políticos a los que vota. Sin embargo, esta situación podría terminar dándose de no activar los mecanismos correctos que hasta ahora nos ofrecen una serie de herramientas encargadas de mantener a salvo nuestra efímera libertad de decidir en aspectos como el monetario.
Sin salir de este tema y abordándolo de una manera práctica: ¿De verdad nadie piensa en los millones de personas que perderán la posibilidad de poder ganar un pequeño sustento con actividades remuneradas que no son declaradas porque simplemente no es viable para ninguna de las partes gracias a las leyes sin sentido que imperan?… Y así un sin fin de transacciones cotidianas en las que empleamos dinero físico y a las que no damos importancia, pero que, con la fomentación de iniciativas de este tipo, podrían desaparecer totalmente.
Pongamos un ejemplo que a más de uno y de una le podrá parecer obsceno, pero que, además de ser una realidad cotidiana de mucha gente, clarifica la situación de manera concisa: Pensemos en Pepe, ese marido hastiado que se va de «pilinguis», de cuando en cuando, con el dinero en efectivo que le da su jefe cada mes por las horas extras acumuladas. Ahora no podrá hacerlo porque ya no existirá ese remanente que le oculta a su señora, y se verá obligado a decirle que le han subido el jornal porque todo su sueldo irá metido en nómina, quedándose sin pilinguis, sin dinero y con un hondo pesar. Puede sonar a broma, pero las prostitutas es probable que, muchas de ellas, tengan que buscarse las lentejas en otros menesteres.
Esto será solo el chocolate del loro y, en una sociedad como la nuestra, adicta al chanchullo desde tiempo inmemoriales, más de uno de dos y de tres se va a ver jodido de verdad porque se le van a acabar infinidad de actividades, esas que nuestros gobernantes denominan «economía sumergida», pero que, sin embargo, les dan un balón de oxígeno económico a mucha gente cada mes y que ahora, gracias a la fomentación de estas políticas restrictivas, podrían dejar de existir. Mientras tanto, ellos, los políticos de turno, seguirán haciendo lo que les dé la real gana como si de una mafia del más rancio abolengo se tratara.
No sé si debemos empezar a hacernos a la idea de ello o ir pensando en el pifostio que tendremos que montar para que toda esta chusma termine huyendo como ratas de este barco metafórico en el que se ha convertido España, el mismo que se hunde de manera irremediable por momentos. Ellos, la casta política, lo tienen meridianamente claro y esperan que nosotros, la sociedad cloroformada que conformamos, o mejor dicho, agilipollada hasta el tuétano, nos estemos quietecitos y callados mientras nos empalan por detrás y después nos tienden al sol hasta dejarnos secos.
Es indudable que las nuevas generaciones están muy lejos de entender la magnitud de la situación y que vivirán estos cambios con total normalidad. Solo espero que nosotros, los que aún conocemos un ápice de libertad, luchemos hasta las últimas consecuencias, ya no solo por nuestros intereses propios. Más bien por los de todos aquellos que vienen detrás y que en definitiva son responsabilidad moral de todos y cada uno de nosotros. No los abandonemos a su suerte ante una manada de lobos de dos patas que terminarán por hacerlos picadillo y convertirlos en sus esclavos para siempre.