7 días, una semana, son los que deberían de haber pasado para que Jose Mujica, expresidente de Uruguay, hubiera cumplido los 90 años. Por desgracia, muy grande por cierto, nos dejaba el pasado 13 de mayo como consecuencia de sufrir un cáncer terminal de esófago en los últimos meses. Tras de sí deja un enorme legado político, además de filosófico, algo que más de uno le agradeceremos eternamente.
“¿Cómo te gustaría ser recordado?” Le preguntaban en una de sus últimas entrevistas, a lo que él respondía: “Ni me preocupa… Este, nos creemos que somos importantes, no somos ni un grano de arena en la magnitud del universo, no sé por qué vamos a ser más importantes que las hormigas…”, y que razón llevaba. Quizás esa fue la base de su filosofía de vida, no creer estar por encima de nada ni de nadie.
Buscar ese equilibrio ideal donde el tiempo siempre sería su bien más preciado, tal y como recordó tantas veces en charlas, entrevistas y conferencias a lo largo y ancho del planeta. Quizás ese Pepe con ambición de cambiar las cosas en términos políticos, económicos y sociales, entendió que se encontraba ante una tarea de magnitudes épicas. Entre otras cosas, porque las ideas que él siempre defendió terminaron por ahogarse en el lodazal político que sufrimos en las últimas décadas.
Fruto de ello intentó centrarse en aspectos mucho más esenciales y cercanos a la propia naturaleza humana. Durante los últimos 15 años, coincidiendo con su mandato como presidente de la República Oriental del Uruguay, y la década posterior a este, logró conectar con millones de personas gracias a una retórica sencilla y cargada de pragmatismo y simbolismo a partes iguales.
Para siempre quedará grabado en nuestra memoria su discurso en el seno de las Naciones Unidas, uno de los más recordados de la historia. Ya entonces hacía entender al pueblo que esto de vivir nada tenía que ver con lo material y la riqueza. Más bien con todos aquellos aspectos relacionados con la propia esencia del ser, la necesidad de aprovechar nuestro tiempo, pero sobre todo, no terminar prostituyendo nuestra vida con el único fin de avanzar en lo económico o lo laboral.
En su célebre reflexión “Hemos inventado una montaña de consumo superfluo. Tú compras y desechas. Pero lo que gastas es tiempo de vida. Porque cuando compro algo, o tú, no pagamos con dinero, pagamos con el tiempo de vida que tuvimos que gastar para tener ese dinero. Pero con esta diferencia: Todo se puede comprar, menos la vida. La vida se gasta”, da habida cuenta de esta filosofía de vida que no solo predicaba, sino que también profesaba en primera persona.
Jordi Évole tuvo el honor de visitarlo y poder entrevistarlo en el año 2014 (también el pasado mes de febrero de 2025). Durante la charla distendida entre ambos, en la parte delantera de la sobria vivienda que habitaba el propio Mujica, el periodista español se sorprendía de que este hubiera decidido seguir viviendo allí a pesar de ser presidente de su país. También de que en el camino de acceso a la entrada de la casa tan solo hubiera un guardia de control, por otro lado, impuesto este último por las altas instancias del país.
“El Pepe” reflexionaba como se debía dar ejemplo con la palabra, pero sobre todo con los actos. Uno podrá estar de acuerdo o no con los ideales políticos que defendía el guerrillero uruguayo, pero nadie puede discutir la valía de su forma de afrontar y vivir su propia vida. Porque Mujica no abogaba por la miseria, sino por la sobriedad. Para ello intentó hasta sus últimos días no salirse de esa sencillez existencial que lo caracterizaba. De alguna forma siempre abogó por vivir al igual que lo hacían sus paisanos, tal y como él afirmó en infinidad de ocasiones.
Con la pérdida de José Mujica nos quedamos huérfanos de muchas cosas, pero sobre todo de una en especial; el sentido común. Quizás la característica más necesaria para que un político se haga de respetar, aunque en estos días que corren el hacer gala de tal virtud, suele defenestrar a aquellos que, dedicados a la política, intentan hacer valer sus ideales.
Pepe fue único e intransferible. No habrá otro igual a él. Pero no solo eso; José Mujica fue el faro de luz que marcó el camino a aquellos que, perdidos en las mieles envenenadas de lo material, lograron atisbar a tiempo que es lo que verdaderamente importa en la vida y eso, es sinónimo de haber logrado mucho, más aún, en este mundo frío, cruel y despiadado, que por momentos pareciera que fuera a desintegrarse como consecuencia de la indiferencia y falta de valores de aquellos que lo habitamos.
Gracias por todo Pepe, y aunque tú no lo creyeras así en vida, muchos seguiremos venerando tu legado fruto del poder de las palabras, el sentido común y el motor más fuerte que nos mueve; el amor por aquellos que nos rodean, como siempre terminabas sentenciando a propósito del odio, los enemigos y aquellos que en algún momento de tu vida, te las hicieron pasar putas.