89 minutos fueron los que transcurrieron desde que la estación de medición de caudal instalada en la Rambla del Poyo avisaba de una acumulación de agua de más de 2.280 m³/s (posteriormente era arrancada por la fuerza del propio caudal), hasta que se envía a los teléfonos móviles de los ciudadanos valencianos un mensaje avisando de alerta roja por temporal de lluvias, lo que conocemos como DANA o gota fría en el levante español.
Uno se para a pensar que debía de haber ocurrido para activar esta alarma, teniendo en cuenta que según la propia normativa de la Cuenca Hidrográfica del Júcar, un caudal superior a 150 m³/s en esa ubicación en concreto, ya es razón suficiente como para estar alerta. Sin embargo, alguien no hizo su trabajo de manera correcta y las consecuencias de esta toma de decisiones ya las conocemos todos 12 días después del suceso junto a los más de 200 fallecidos (no hay una cifra exacta hasta el momento) que nada pudieron hacer para evitar el desastre.
Para hacernos una idea de la magnitud de lo acaecido en las casi 80 poblaciones afectadas por la DANA, solo tenemos que coger uno de los datos clave del asunto. Hablamos de los citados 2.280 m³/s de caudal que llegó a recoger la ya famosa Rambla del Poyo a eso de las 19:00 de la tarde de aquel fatídico martes 29 de octubre. Esta cifra es equivalente a la que fluye por el río Nilo a su paso por las dos ciudades que forman su desembocadura, El Cairo y Alejandría.
Es decir, una cantidad de agua, similar a la que porta el segundo río más caudaloso del mundo, arrasó por completo buena parte de los municipios anexos a Riba-Roja, provocando una verdadera catarsis climática como nunca antes habíamos sufrido en nuestro país. No al menos de este tipo y por un fenómeno tan conocido como la llamada DANA. En cuestión de minutos la vida de la mayoría de ciudadanos que habitaban con normalidad en el lugar, hasta aquel momento, se vio alterada para siempre.
La cruda realidad tras el suceso
Es indiscutible que las primeras horas de aquel escenario apocalíptico han sido el centro de noticias, opiniones, videos e infinidad de comentarios por buena parte de la ciudadanía. Sin embargo, nadie esperaba lo que vendría después de aquel desastre natural. Un desaguisado protagonizado como siempre por esa casta política que nunca deja de sorprendernos y mucho menos de demostrar su incompetencia e inmoralidad manifiesta, al punto de que esta se encuentra en un momento de desconexión total con las preocupaciones y necesidades reales de buena parte de los españoles.
Esta DANA pone de manifiesto, más que nunca, el único interés que mueve a unos y otros, independientemente del escenario que se presente. Solo hay que hacerse eco de algunas declaraciones y frases que quedarán para la historia como parte de esta ignominia a la que nos hemos visto sometidos en estos días: “Si necesita más recursos que los pida” (Pedro Sánchez, presidente del gobierno) o “los diputados no estamos para ir a Valencia a achicar agua”, (Aina Vidal, portavoz de Sumar) son parte de este repertorio dantesco.
Asi está el patio, aunque no debemos de sorprendernos ya a estas alturas. El nivel de psicopatía, que demuestra la inmensa mayoría de los políticos de “alto rango” que en la actualidad manejan los hilos de España, no tiene parangón desde ningún punto de vista con cualquiera de los mandatos anteriores que hemos tenido que soportar. Prueba de ello es lo que hizo nuestro gobierno actual justo a la mañana siguiente del suceso.
El PSOE, con ayuda del elenco de partidos que lo sostienen en el poder, aprobó un decreto ley por el que establecen nuevos impuestos para el diesel a partir de 2025. A su vez, para no perder la mañana, se repartían el consejo de administración de RTVE. Saben que ya es el único bastión que les queda para intentar seguir controlando las mentes de todos aquellos acólitos que los votan elección tras elección. El control de la prensa del Estado es vital para su supervivencia, o al menos para que su declive no sea tan abrupto.
Por su parte, el máximo dirigente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, el día de la DANA tenía cosas más importantes de qué preocuparse, como por ejemplo intentar poner “a dedo” a Maribel Vilaplana como directora general de À Punt, la televisión autonómica, algo a lo que esta última se negó. Es decir, haciendo lo mismo que los rojos, pero en el nivel al que se le permite. Nada nuevo bajo el sol.
Hora de depurar responsabilidades
No hay duda alguna que la incompetencia y dejadez de sus funciones por parte de Carlos Mazón ha sido notoria antes, durante y tras la devastadora DANA. Sin embargo, el peso legal de la mayor parte de las responsabilidades de este traumático episodio en nuestra historia recae sobre el gobierno actual. Por una simple razón; pudo haber actuado desde el primer momento y no lo hizo por puro interés partidista.
¿Creen ustedes de veras que si esto mismo hubiera pasado en Cataluña, País Vasco o cualquier comunidad gobernada por el PSOE, el método de actuación hubiese sido el mismo?… Para nada. Pero más alla de hacer cábalas sin sentido sobre lo que hubiera hecho, en este o aquel caso, Pedro Sánchez y sus aliados políticos, si podemos afirmar lo que no hizo y esto no es otra cosa que declarar un estado de alarma, como sí que instauró de manera ilegal el pasado 2020 en la conocida pandemia del COVID-19.
Posteriormente, el ejecutivo, con el ministro del Interior a la cabeza, debería de haber activado el llamado Plan Estatal General de Emergencias de Protección Civil (PLEGEM) que tal y como se detalla en su punto 1.1 “contiene el marco orgánico funcional, los mecanismos de movilización de recursos y el esquema de coordinación de las Administraciones Públicas intervinientes en las emergencias de protección civil de interés nacional, en las que establece la dirección y coordinación del Sistema Nacional de Protección Civil por los órganos centrales de este.”
La realidad es que nadie asumió esta responsabilidad gubernamental, y en algunos lugares donde la DANA arrasó con todo, llegaron a pasar hasta 5 días para que acudiera algún cuerpo especial a la ayuda. Asi que uno vuelve a preguntarse apenadamente: ¿cuántos de los fallecidos han sido consecuencia de esta toma de decisiones? Eso nunca lo sabremos, pero el pueblo valenciano puede y debe llegar hasta donde haga falta para intentar hallar respuestas a esta cuestión y depurar responsabilidades, incluso acudiendo al máximo órgano judicial europeo, el TJUE (Tribunal de Justicia de la Unión Europea).
¿Hasta cuándo?
Cuantas veces, tras desastres como el de la pasada DANA del 29 de octubre, la ciudadanía nos hemos autorrealizado esta misma pregunta: ¿Hasta cuando? Y para ser sincero creo, desde un punto de vista personal, que ya da igual lo que lleguemos a cuestionarnos porque nuestra sociedad ha aceptado su derrota como tal. No hemos sido capaces en el pasado de cambiar esta deriva y tampoco lo seremos en esta ocasión.
Ahora toca escuchar un solemne discurso, con esa ya conocida manida retórica de nuestros políticos, donde se hace uso de argumentos como la unión entre la ciudadanía en momentos como este, las sustanciales ayudas (económicas y sociales) que recibirán los afectados y la grandeza del pueblo español cuando este se enfrenta a la desdicha en cualquier forma o modo. Sin embargo, para desilusión de muchos, he de decir que estos “cuentos chinos en castellano” ya los hemos oído y padecido en nuestras carnes otras muchas veces.
Ya nadie se acuerda del terremoto de Lorca de 2011 y sus 9 fallecidos. Tampoco de la erupción del volcán de La Palma y los millares de damnificados tras el mismo. En ambos casos, muchos de los afectados siguen esperando las ansiadas ayudas, esa unión del pueblo y el resto de milongas paternalistas con las que terminamos consolándonos cuando la naturaleza nos embiste y posteriormente nuestros políticos miran a otro lado.
No sabemos cuánto más se tiene que tensar el hilo para que reaccionemos como sociedad, ni tampoco cuantas DANAS, volcanes o terremotos vuelvan por sus fueros para abrirnos los ojos ante esta fría y amarga realidad. Ahora solo queda llorar a los que ya no están, apoyar a los que lo han perdido todo (o casi) y esperar a que nuestra clase política se apiade de todos aquellos que alguna vez confiaron en su buen hacer. Ármense de paciencia.
Bien explicado.
Depurar responsabilidades de arriba a abajo. Y no sólo de políticos. Hay muchos técnicos implicados que no estuvieron a la altura.
Lo normal es que hubieran evacuado pueblos enteros. Los daños materiales eran inevitables, las muertes si eran evitables.
El problema no fue abrir la presa, el problema fue no decir oiga, o hacen evacuación en tal y tal zona, o van a sucederse víctimas mortales.
Y luego ya la dejadez del gobierno es palmaria. Hundir a una CCAA porque la gobierna la oposición.
Esa misma noche debió mandar al ejército, pero no lo hizo. El propio Mazón se arrodilló ante el presidente y le dio las gracias, ¿pero se puede ser más incompetente?
Dejando a un lado la culpa e inacción de Sánchez, que Mazón siga el el cargo es un insulto a todos los valencianos. Qué no cogía el teléfono ni a la ministra Ribera (otra inútil que ahora tiene premio en Europa), que llevo al Cecopi sobre las 20:00 de la tarde cuando ya había muertos. Qué la reunión era a las 17:00, y aunque no estabas obligado a ir, se supone que DEBES ir.
En fin, la cadena de errores es tan larga que asusta.
Homicidio involuntario, lo tengo claro. Más de 200 muertos y nadie se hace responsable. Todos apuntan a otro. Esto es España. Veremos si la justicia empapela a alguien o no.
Mazón no dimite porque tiene miedo de ir a la cárcel, eso seguro.
Saludos de tu tocayo Jorge.