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Las «empoderadas» de Only Fans y su derecho a ser olvidadas

Como todos sabemos y conocemos en mayor o menor medida, en los últimos años los conocidos youtubers, instagramers, gamers, influencers y demás “ers”, han crecido como la espuma dentro de las diferentes plataformas dedicadas a ofrecer un determinado tipo de contenido online enfocado a los gustos, necesidades y exigencias de la sociedad actual. Gente que ha decidido vivir en la mayoría de los casos, expuesta en las redes sociales y subyugada a la validación externa. Porque no nos engañemos, para que ellos alcancen los rendimientos deseados, precisan del like, la suscripción y demás acciones de aprobación por parte de su comunidad virtual.

Dentro de esta amplia amalgama de creadores de contenido (así se hacen llamar ellos), están aquellos que deciden ir un paso más allá y, además de vender su imagen y privacidad, hacen lo propio con su intimidad. Generalmente, son féminas que terminan ofreciendo sus servicios eróticos, en el mejor de los casos, en plataformas tan conocidas como el exitoso OnlyFans. Por supuesto, cabe aclarar, que están en su pleno derecho de hacerlo. Ya sea por amor al arte, por puro interés económico, o cualquier otro aspecto que desconozcamos. No respetar este tipo de decisiones por nuestra parte sería hipócrita y mezquino a partes iguales.

Ahora bien, al igual que en cualquier otra faceta de nuestra vida, cuando alguien decide tomar este u otro camino, ya sea en lo personal, lo laboral o lo profesional, por ejemplo, debe tener presente que de esa toma de decisiones terminarán produciéndose una serie de consecuencias. En ocasiones positivas para nuestra persona y nuestro entorno. En otras, por desgracia, justamente lo contrario. Es por ello que resulta llamativo, por decir algo, que haya gente que, después de haberse dedicado de manera profesional a ejercer la pornografía, ahora pidan a todo el mundo que se olviden de ella de la noche a la mañana, exigiendo su derecho al olvido digital.

Cecilia Sopeña y su derecho al olvido

Este es el caso de la conocida “creadora de contenido” Cecilia Sopeña, la cual lleva desde hace años dedicada en “cuerpo” y alma a esto de las redes sociales, en especial, en los últimos tiempos, al famoso OnlyFans. Pasó de dar matemáticas aplicadas a adolescentes en un instituto a convertirse en youtubers de relevancia en cuestión de meses. Su temática se basaba, principalmente, en grabarse mientras montaba en bicicleta exhibiendo escote a base de tomar posturas imposibles allí donde decidía filmar la secuencia.

De hecho, a día de hoy, tras más de 14.000 videos publicados solamente en esa red, posee casi 1,5 millones de suscriptores, cifras realmente de récords que suponemos le llevaron tiempo y constancia para poder lograr. Sin embargo, no hay que llevarse a engaño, ya que su éxito pleno ante su audiencia llegaba tras el momento en el que decidía postrarse ante la cámara y explicarle a su público que, a partir de ahora, quién quisiera disfrutar de la vista de su canalillo tendría que pasar por caja.

Pero claro, una cosa lleva a la otra y las exigencias de tus clientes, como era de esperar, son cada vez mayores. Asi que del striptease completo pasas a grabarte mientras te masturbas y finalmente a desempeñar tu papel como actriz porno al uso. Una actividad con la que, según ella misma ha confirmado en público, ha facturado algún “milloncico” de euros que otro. Nada mal, teniendo en cuenta como está el plano laboral en nuestra Españita querida, ¿no? Y volvemos a lo mismo que ya citábamos con anterioridad. Cecilia, al igual que cualquier otra mujer, tiene derecho de hacer lo que le dé la real gana, faltaría más.

Ahora bien, una vez decides exponerte de ese modo ante los ojos del mundo, además haciendo lo propio con tu entorno más cercano de una manera irresponsable e inexplicable a partes iguales (por no decir otra cosa), como es en el caso de su hija, no puedes pretender que la gente olvide tu pasado reciente por arte de magia. Y da igual que recurras a tu derecho del borrado digital, olvido virtual o como quiera que lo llamemos. Esto no funciona así.

Entre otras cosas, porque todos esos a los que ahora Sopeña intenta criminalizar, son buena parte de los que han financiado su lucrativo negocio en las diferentes plataformas donde vendía su vida a base de videos e imágenes. Esos mismos archivos audiovisuales que para desgracia de la afectada pueblan los ordenadores y teléfonos móviles de cientos de miles de personas en este país y, muy probablemente, del extranjero.

Derechos para todos: Obligaciones y consecuencias ¿Para quién?

Esas son las consecuencias de haber entrado en un sórdido mundo virtual donde no existen líneas rojas, éticas ni morales, con el único objetivo final de alcanzar el mayor rédito económico posible con ello. Ahora puede intentar buscar, como ella misma ha declarado recientemente en un comunicado oficial en sus principales redes sociales, “el camino recto, digno y consciente” o amenazar directamente a aquellos que, ejerciendo su derecho a la libertad de expresión, se dediquen a, según ella misma “comentar mi presente con faltas de respeto, desprecio o referencias a mi pasado con el fin de humillar o desacreditarme es un acto de violencia digital. Es un delito que deja rastro y que puede ser perseguido legalmente.”

Esto qué quiere decir, ¿qué nadie puede volver a hablar de manera clara y objetiva, con los hechos sobre la mesa, sobre las actividades pasadas de Cecilia Sopeña? Si es así es probable que no de avío a poner denuncias en el juzgado, aunque si de verdad quisiera hacer borrón y cuenta nueva y al menos se creyera su propio discurso victimista ya hubiera desconectado totalmente de su vida pasada, eliminando sus actuales redes sociales, algo que ni ha ocurrido, ni va a ocurrir, porque esa no es la finalidad real de toda esta historia.

En cualquier caso, lo que parece que no entiende, es que su pasado lo eligió ella misma y nada ni nadie podrá borrarlo. Por supuesto que puede y debe dirigir las riendas de su vida en la dirección que le dé la gana. Sin embargo, ahora toca pagar el peaje de ese camino fácil y directo que una vez decidió tomar y eso, te llames Cecilia, Jorge o Pepito, el de los Palotes, nos pasa factura a todos de haber decidido transitarlo.

De hecho, ya hay otras mujeres en una situación similar a ella que en su momento también optaron por dedicarse al porno y que posteriormente tomaron la decisión de cambiar sus vidas. Las conocidas Mia Khalifa, Carmen Luvana o nuestra compatriota Amarna Miller son buenos ejemplos de ello. Todas ellas se dedican a otros menesteres en la actualidad, pero siempre serán recordadas por su pasado, básicamente porque la sombra de este, en estos casos en concreto, es bastante más amplia que todo lo que venga después.

Por último, y analizando la realidad de por qué Cecilia Sopeña ha decidido tomar esta decisión a estas alturas de la película, solo ella lo sabe. Más de uno y de dos, nos da en la nariz que muy pronto la veremos pasearse de plató en plató contando su historia, suponemos que victimizándose y por supuesto llenándose los bolsillos por ello. Incluso, llegado el caso, quién sabe si no terminará fichada por el lobby feminista, dándole lecciones a las mujeres de lo que deben hacer con sus vidas y por supuesto poniendo en la picota al hombre blanco, machirulo opresor y heteropatriarcal. Hagan sus apuestas.

Imagen: SOPA Images/LightRocket via Gett

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