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Bancos y servicios… y lo que nos queda por aguantar

Lo de las entidades bancarias hace ya bastante tiempo que clama al cielo. Mientras vemos como los derechos de los ciudadanos van mermando día a día, los bancos aprovechan la coyuntura para barrer para casa, dejando al usuario desprovisto de servicios que antaño parecían esenciales y que, sin embargo, de un tiempo a esta parte, no pareciera que lo fueran tanto.

No hace mucho tiempo corrió como la pólvora un video de un anciano intentando acceder a su cuenta de ahorros, en el cajero de una sucursal, mediante su libreta. El hombre, de avanzada edad, quería hacer una serie de gestiones y al parecer no veía el modo de proceder. Viendo que detrás de él se iba agolpando la gente esperando a que el señor pudiera finalizar el trámite, uno de los empleados del banco o la caja, yo qué sé, se acercó para advertirle que estaba obstaculizando el tránsito del cajero y que ellos no podían estar siempre allí para realizarle la gestión.

Como digo este video se hizo viral durante unos días y luego a todos se nos olvidó algo muy importante: En algún momento nosotros seremos el viejo del cajero y ya veremos cómo logramos salir vivos de la situación. Lo digo porque, como siempre, los «progres de salón» desde sus hogares y con su smartphone de última generación en la mano expresaron su indignación, la falta de empatía y todas esas milongas que suele hacer esta gente cuando se dan situaciones de este tipo.

Ya sabemos que las revoluciones, las protestas e incluso las huelgas, son demasiado efímeras en nuestro tiempo y perduran “lo que duran dos peces de hielo en un güisqui on the rocks”, como diría el inconmensurable Joaquín Sabina. A todos se nos olvida demasiado pronto las injusticias ajenas y nos echamos las manos a la cabeza cuando estas se ceban con nosotros. Entonces, y solo entonces, nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos y de cómo hemos dejado pasar el tiempo sin mover un dedo. Asi es el ser humano por lo general y el español que se considere 100% de la tierra en particular.

La cuestión de toda esta introducción es que, precisamente, no hace mucho, yo mismo sufrí algo similar a lo del señor del cajero en primera persona y además, no con una máquina carente de sentimientos propiedad del banco como es un cajero, no. Con una de las trabajadoras de la sucursal donde generalmente acudo a realizar diferentes trámites cuando se tercia. Para resumir y en pocas palabras yo necesitaba una cantidad superior a la que puedo sacar con mi tarjeta de débito e inconsciente de mí, se me ocurrió a las 12:23 minutos P.M. entrar a pedir el importe que precisaba en el mostrador.

Según la allí presente, que me recibió rebosante de entusiasmo (véase la ironía), ahora solo se puede retirar efectivo hasta las 11:00 de la mañana. A partir de esa hora no es posible. Política comercial, lo llaman ellos, “me cago en la madre que los parió una y mil veces”, lo denomino yo. Llegados a ese punto, en el que ya sabía que no iba a lograr el cometido por el que estaba allí, sacar el dinero que precisaba de «MI» cuenta corriente, se me ocurrió preguntarle a la susodicha de qué manera habían establecido esa norma interna y cuáles eran los beneficios de la misma.

Evidentemente, ella no supo explicarme de una manera coherente, más allá de esgrimirme varios tecnicismos económicos, el porqué de esa medida tan singular, la cual además incluye el no cobrar recibos a partir de esa misma hora. Yo, que en ese momento ya me hallaba un poco caliente, saqué mis propias conclusiones sobre el esperpéntico planning comercial de mis amigos banqueros, y no se me ocurrió otra cosa que expresarle a la colega mi descontento no, sin antes de irme, dedicarle una pequeña reflexión a la misma:

“Ya sabes que lo primero es ir quitándole los servicios al cliente y posteriormente hacer desaparecer a aquellos que se encargaban de proveerlos, ¿Lo has pensado? ¿Sabes que creo?, que en menos de nada esto estará cerrado y tú y aquel de allí en la calle. Al tiempo”. Hace apenas un par de días han echado la persiana a la sucursal del pueblo de al lado, derivando a todos los clientes del mismo, a esta misma sucursal de la que os hablo, a 7 kilómetros de distancia de la otra. Allí solo han dejado habilitado el cajero exterior para realizar las gestiones pertinentes mediante el mismo. Ahora ni siquiera habrá un gilipollas a sueldo que salga con malas maneras a explicarle, otra vez, al pobre anciano de turno como funciona esta o la otra opción. Vamos «pa´ lante.»

Foto de Eduardo Soares

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