Tal y como reza el título de esta pequeña reflexión, conversaban acaloradamente dos jóvenes en la cola hacia la caja de pago de una famosa cadena textil, mientras yo, justo detrás de ellos, me frotaba las manos con aquella información tan sustancial que ambos me estaban ofreciendo sin saberlo. La misma que posteriormente me serviría para poder teclear estas líneas cavilando en profundidad sobre el asunto en cuestión:
—Que son todas iguales, Luis. Que para que una tía te tenga en estima tienes que ser un chuloputas con título, si no, se ríen de ti.
—Hombre, tampoco es eso, y todas no son iguales, pero es que tú te juntas con cada marrana…
—Exactamente, eso es lo que es Lucía, una ma-rra-na. Además, en busca de un chuloputas de manual que si te descuidas, le tiene que calentar el morro, de cuando en cuando, para que lo quiera y lo respete.
Asi de crudo, sórdido y preocupante suena el relato de un par de chavales, de unos 20 años de edad, en materia de relaciones. Y no es de extrañar. Se llama “efecto rebote de las políticas feministas radicales de la izquierda progre que nos gobierna”. Tal cual. Eso y una falta de dos ostias bien dadas a tiempo que, por lo general, quitan mucha tontería en el momento clave del desarrollo mental del individuo, para que posteriormente no sucedan estas cosas.
Mejor dicho; No se le pasen a los jóvenes actuales este tipo de ideas por su abnegada cabeza. Y no, no todo es culpa suya, de los padres y el esperpéntico y peligroso rebaño de políticos que sufrimos en la actualidad. Es evidente que hay algo que ha fallado (ya podemos hablar en tiempo pasado) en este sistema social, en conjunto, que nos habíamos montado y del que creíamos que jamás nos bajarían. Estado de bienestar, lo mal llamábamos.
Porque es innegable que hemos y estamos haciendo algo mal, muy mal. El resultado de ello son tíos como Luis y su compadre, que tienen la firme convicción del malograr de cualquier fémina en el ámbito sentimental. Además, creen saber lo que ellas precisan e incluso se atreven a pronosticar que les vendría bien en términos de maltrato físico para respetar, valorar y querer aún más al chuloputas de turno con el que desafortunadamente podrían terminar dando.
Todo esto es fruto de lo ya mencionado anteriormente y con ello además van aparejados movimientos sociales que radican precisamente de la más absoluta perversión llevada a cabo sobre los pilares que sustentan nuestra sociedad y valores: Familia, religión, papel del individuo socialmente hablando, etc. Como consecuencia de ello, tenemos también la aparición de grupos de presión que se posicionan frontalmente contra todo aquello que ha propiciado esta situación. Pero es que además terminan por generalizar metiendo en el mismo saco a toda aquella persona que, por razones de sexo, raza o religión, podrían estar hipotéticamente relacionados con dichos movimientos.
La situación actual no es ni más ni menos que el resultado de tensar en exceso la cuerda para finalmente pasar de un extremo a otro, yéndonos de Guatemala, a «guatepeor». Lo que está claro es que cada mujer, al igual que cada hombre, es un mundo. Es innegable que los paquetes ideológicos reinantes en la sociedad actual no permiten a la mayoría de individuos intentar discernir, de manera consciente, si algunas de las reglas identitarias de los mismos son o no beneficiosas para su desarrollo personal.
De ahí a «los luises» de la cola de la cadena textil, solo hay un paso. Luego podemos entrar en que les gusta más o menos a las mujeres actuales, aunque viendo cuáles son los referentes culturales y políticos de algunas de ellas, es probable que su elección no termine siendo la más conveniente para sus intereses personales en términos generales; Irene Montero, Ione Belarra, Bad Bunny o Daddy Yankee están entre ellos, así que echen cuentas. O mejor no lo hagan, porque siempre les saldrá un saldo negativo.
Pero nada tiene que ver a quien escuche fulana de tal, musical o políticamente hablando, para terminar avasallando a su persona por sus elecciones de carácter amoroso. Los tropiezos no llegan porque sí, generalmente vienen dados por la toma propia de malas decisiones. Quien termina simpatizando con este tipo de personajes es probable que, antes o después, decida recular dando un giro de 180º a su vida, en busca de unos ideales y convicciones totalmente diferentes a los que procesa hasta ese momento.
Lejos de los gustos personales de cualquier señora o señorita, lo que no podemos permitir es que chavales que no saben ni por donde les sopla el aire terminen odiando hasta la médula a cualquier mujer. Grupos sociales como los denominados Incel (acrónimo de la expresión inglesa involuntary celibate, (celibato involuntario), son el síntoma inequívoco y latente de la enfermedad que sufrimos como sociedad.
Por ende, una vez más, uno debe de preguntarse si este presente actual y lo que nos viene en lo sucesivo, no terminará por desmoronar la sociedad tal y como la conocemos, principalmente todo aquello referido a las relaciones humanas entre hombres y mujeres. En definitiva, crucemos los dedos para que alguien cabal y de confianza, de manera premeditada o casual, termine echándose a la cara a Luis y su amigo para explicarles lo equivocados que están, y la de ostias, físicas y sentimentales, que se van a llevar con esa actitud mezquina y ruin. Suerte a ambos, que a buen seguro la van a necesitar.
Imagen Horacio30