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«Si es Sí», o eso dicen

Es increíblemente curioso, y si echamos la vista atrás podemos verlo claramente, como esa tradición milenaria de cagarla por sistema, una y otra vez, da igual el estamento o a la altura de la escalera biológica en el que se encuentre el individuo en cuestión, se cumple a rajatabla y de manera sistémica en nuestra querida España. ¿Para qué vamos a perder la costumbre? No vaya a ser que logremos ser algo mejores y nos sintamos extraños para con nosotros mismos.

Todo esto viene a cuento de la famosa ley del «Si es Sí», o algo así, que aprobaron hace apenas unos meses nuestros queridos gobernantes y que como no podía ser de otra manera, ahora les está quemando el culo, literalmente. Básicamente por dos cuestiones, también muy nuestras y bien arraigadas a nuestra cultura.

La primera de ellas es que quienes redactaron el famoso texto que se suponía iba a traducirse en una defensa integral de la mujer ante el hombre blanco heterosexual y machista, ha resultado un reducto de dimensiones épicas para que violadores, acosadores y demás fauna «carne de presidio» puedan acogerse a ella y ver reducidas sus penas, cuando no han salido directamente de la trena.

La segunda es que las elecciones, tanto municipales como nacionales, que se supone deben de celebrarse este mismo año, y esta ley o pantomima orquestada bajo dogmas ideológicos, la podemos llamar como mejor nos venga, les va a suponer el golpe de gracia al conglomerado de partidos políticos que actualmente se encargan de hundir el país un día tras otro.

Todo esto ya no es nada nuevo dentro de nuestra cotidianidad, estamos tan acostumbrados a que la pifien, que se nos olvidan los males más pronto que tarde. Tampoco que alguien del nivel de la señora Montero, la precursora de esta ley, siga obstinada en que SU iniciativa no es mala y que más bien son los jueces y juezas machistas los que no saben aplicarla en defensa de la mujer.

Pero claro, estas cosas suceden por algo, como siempre. También, como siempre, erramos una y otra vez por sistema, por un motivo. Y ese o esos, los motivos que nos llevan hasta situaciones como esta, no son otros que precisamente tener a personas como a la querida Irene al mando de un Ministerio, con lo que ello supone en términos globales para la ciudadanía.

Porque podríamos repasar sus méritos para llegar hasta aquí, aunque todos sabemos a estas alturas cuáles son y el resultado de ellos; 3 hijos del jefe del partido en el que milita y millones de euros destinados al Ministerio de Igualdad para gastar a pajera abierta en cosas como esta ley. También podríamos mirar a nuestro alrededor y preguntarnos si el sistema en su conjunto funciona, o simplemente es tan arcaico y carente de sentido, convirtiéndose de facto en un caldo de cultivo ideal para que personas de este nivel lleguen hasta donde están.

El problema de esta situación es sencillamente que para ser ministro, presidente del gobierno o jefe de Estado, aunque sea de la “república independiente de nuestra casa” hay que tener unos mínimos, en todos los aspectos. Ya sean culturales, académicos y ya de paso, si no es mucho pedir, morales. Algo de lo que por desgracia no gozan la mayoría de nuestros políticos de turno. No estos, solamente, cualquiera de los que han ido parasitando las instituciones desde tiempos memorables.

Ya fuera con chaquetas de pana a lo Felipe González o Alfonso guerra, esos mismos que se rasgan las vestiduras ahora ante las incoherencias de los que gobiernan en la actualidad bajo sus mismas siglas, pasando por los dos gobiernos del PP con sus trajes de baratillo y mangoneo constante, hasta llegar al esperpento actual.

En todos y cada uno de esos gobiernos hay un denominador común; la incultura y la indecencia. Nada importa más que estar en el poder, y el supuesto trabajo que deben de realizar en pro del buen funcionamiento del país y el bienestar de los ciudadanos que lo haga el que venga detrás. Esa ha sido la técnica sistemática de unos y otros. De rojos y azules, de derecha e izquierda, si es que existe una cosa y la otra a día de hoy.

En definitiva, una casa de putas en el que las señoras de compañía somos el pueblo y los políticos, los clientes que entran, follan y se van sin pagar. Eso sí, estamos cubiertos por la ley del “Si es Sí”, así que podemos estar tranquilos, ya que no nos joderán, como diría Chanquete en lo alto de su barco,-¿O era otra consigna?-si no damos tácitamente nuestra aprobación.

Pdta. A 8 de febrero de 2023, más de 400 presos, el 10% de los condenados por actos sexuales, han visto rebajadas sus condenas gracias a la ley y 29 de ellos están en la calle. Y subiendo… ¡Disfrutemos lo votado coño!

Foto La Razón

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