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Patinetes eléctricos: «La nueva y descontrolada movilidad urbana»

                                              

Ya sabemos que en nuestro país eso de legislar no se nos da lo que se dice precisamente bien. Pero en ocasiones, cuando la esperanza está casi perdida, el político de turno puede llegar a hacer lo correcto e incluso, aunque parezca una quimera, que termine beneficiándonos a la mayor parte de la población. Esto ha sucedido, bajo mi primario criterio, a propósito de la regulación de los famosos patinetes eléctricos pilotados, en ocasiones, por gente que tiene el conocimiento justo para echar el día. Eso sí, con matices «made in Spain» que al final terminan jodiendo la iniciativa.

Los mismos que de unos años a esta parte se han vuelto tan famosos y han logrado que nuestra juventud, por lo general— aunque ya ves a gente de todas las edades sobre ellos— hayan encontrado en un cacharro enchufable de estos una salida a su movilidad urbana particular. Y no está mal que se inventen nuevos medios de transporte con los que poder desplazarse del punto A al punto B, faltaría más.

La cuestión aquí llega como, a lo largo de estos últimos 5 o 6 años, hemos tenido que sufrir que todo quisqui fuera con un patinete eléctrico por cualquier lugar, a cualquier velocidad y como digo, en muchas ocasiones, sin nadie mentalmente al mando, aunque físicamente sí que lo hubiera. Pero claro, la nueva regulación no ha gustado a la mayor parte de estos usuarios que van todo el día de aquí para allá subidos en uno de estos. Ya hay grupos de usuarios que han puesto el grito en el cielo a sabiendas de que les van a tocar lo que más duele: El bolsillo.

La excusa no es otra que todo esto, que se ha creado en forma de normativa alrededor del patín eléctrico, no es, sino una forma más de sacarnos la pasta. Ya sabemos que aquí ningún político no determina si esto o aquello es bueno o malo sí, tras el calentamiento de cabeza oportuno, no llega a la conclusión de que hay un buen rédito monetario que llevarse al bolsillo de su partido para seguir financiando los diversos chiringuitos que regentan. Lo llevamos grabado a fuego en nuestro ADN, eso de sablear a nuestros conciudadanos con cualquier cosa, sea o no sea útil para la sociedad en su conjunto a modo general.

Pero este no es el tema aquí. El meollo del asunto es que nadie debería de ir encima de algo con ruedas y que se mueva sin una obligación tácita de cumplir las reglas de circulación como el resto. Y cuando digo nadie, es nadie. Ni tan siquiera los ciclistas, otro gremio empoderado a base de normas creadas para protegerlos. Por otro lado, totalmente necesarias, entre otras cosas por el número de tarados que hay al volante, pero a los que, sin embargo, hasta no hace mucho, no se les imponía de manera recíproca una normativa de circulación específica con la que mantener el orden y la seguridad necesaria a la hora de ir por carretera.

Volviendo a los «patinistas» o como coño se diga. Entiendo que cuando a uno le obligan a no ir por la acera a toda mecha, que deba portar un certificado de circulación o que no puedan subir a su amiguete de turno, se termine mosqueando. Pero es que esto funciona así y aquí todos y cada uno de nosotros somos parte de un todo y no podemos permitir que cada cual haga lo que le salga de la entrepierna. En cualquier caso, fuera de toda esta vorágine legal, social y de movilidad, a mí se me vienen otra clase de cuestiones a la cabeza, a razón de esto del patín eléctrico.

Echo la vista atrás y en apenas una década, los chavales de entre 14 y 18 años han pasado de desear tener un ciclomotor o motocicleta de baja cilindrada a pedirles a sus papás un patinete eléctrico de estos. Entiendo que la sociedad cambia y las necesidades también, pero siempre me llega la misma duda al final de cada razonamiento, ¿esto es avanzar? Porque claro, si progresar es que uno de estos usuarios vaya por una carretera nacional a 25 km/h fuera del arcén, obstaculizando el tráfico y jugándose la vida, entonces el concepto en sí ha debido de cambiar mucho en los últimos tiempos tras prostituir la palabra con premeditación y alevosía.

Porque, lejos de quedarse dentro de las grandes ciudades, o no tan grandes, o sus pueblos de residencia, muchos de estos usuarios de patinete eléctrico se lanzan a la carretera a recorrer las distancias que hay entre las localidades del entorno, con el consiguiente riesgo que eso conlleva. En cualquier caso, nuestra «querida» DGT ya ha empezado a meter el hocico en este sustancioso pastel desde el pasado mes de enero.

Es ahora cuando se van a quejar amargamente los usuarios de los patinetes eléctricos e incluso la madre que los parió a estos que, además, es muy probable que vaya subida en uno también y se haya encargado de pagar ambos, mientras su retoño busca uno de esos mal llamados «trabajos con salida». Evolución lo llaman, ir para atrás como los cangrejos, lo denomina un servidor.

Imagen de SMN

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