UMC

Falsas Expectativas, infelicidad constante

Dándole vueltas a mi cabeza, esa que no deja de reconfigurar mis ideas y principios de manera constante, pensaba el otro día en el hecho de que de nos pasamos toda la vida queriendo lo que no tenemos y anhelando aquello que ya pasó. Además, siempre andamos buscando caminos alternativos para intentar alcanzar lo más rápido posible una meta idealizada, a la que por lo general no solemos llegar.

Todo ello sintiéndonos insatisfechos de manera continua y envidiando a todo aquel que nos rodea. Ya sea por el coche que tiene, la mujer con la que está casado, o el marido; la casa donde vive o el lugar donde viaja en sus vacaciones. En definitiva, perdiendo nuestro tiempo, y por ende nuestra vida, en crearnos falsas expectativas, que en la mayoría de los casos jamás se cumplirán. Y no lo hacemos exclusivamente porque envidiemos la vida de otros, más bien porque no somos capaces de poner en valor todo aquello, por pequeño que sea, encargado de dar forma a nuestro entorno.

Dice el refrán que “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” y esta predicción suele cumplirse generalmente, aunque luego no seamos capaces de reconocerlo. Es por ello que siempre estamos sumidos en esa fase de anhelo antes descrita que nos conduce a una agonía constante de la que, por momentos, se hace difícil salir.

Las falsas expectativas, en cualquier ámbito de la vida, solo lograrán que entremos en una espiral de infelicidad constante. Da igual en que faceta de nuestra existencia las creemos. El resultado, por desgracia, nos llevará siempre al mismo destino y con un resultado muy similar en la mayoría de las ocasiones.

Si no somos capaces de lograr entender que buena parte de las cosas que pasan a nuestro alrededor, por no decir todas, así como que las personas que nos circundan, no son maleables a nuestro antojo, entonces jamás lograremos llegar a un estado de paz interior que nos permita estar tranquilos con nosotros mismos y lo que realmente somos.

Cada persona es un mundo y dentro de esos mundos existen unas reglas, exigencias, necesidades y sentimientos

Puedes engañarte con esos falsos tutoriales de vendehúmos profesionales que intentan que creas que haciendo esto o lo otro llegarás a la plenitud vital. No lo harás nunca. Siempre habrá algo en nuestra rutina diaria que nos provocará malestar, desazón, preocupaciones y vicisitudes constantes. Asi es la vida y así debemos de aceptarla.

Por más que te creas que es posible alcanzar la felicidad plena, te aviso, y yo no soy precisamente un experto en la materia, que es una guerra prácticamente perdida antes de empezar. Por otro lado, y volviendo al tema de generar falsas expectativas, pensamos que es posible cambiar a las personas de nuestro alrededor para que estas sean o se sientan más afines hacia nosotros, pero no.

No lograremos que nuestro hermano nos llame más, o que ese amigo de toda la vida nos haga de manera asidua un hueco en su apretada agenda. Tampoco que nuestra madre sea esto o lo otro según nuestras necesidades de cada momento; para nada. Básicamente, porque cada persona es un mundo y dentro de esos mundos existen unas reglas, exigencias, necesidades y sentimientos que, por lo general, son totalmente distintos a los nuestros o al menos bastante diferentes.

Por más que nos enfademos o bloqueemos ante estas situaciones, derivadas de nuestras relaciones personales, la realidad es que en la inmensa mayoría de casos seguirán tal y como hasta ahora. Esto no quiere decir que las personas no modifiquemos nuestra conducta en función a factores externos que nos hacen repensar en muchas ocasiones las variopintas situaciones que se nos presentan constantemente.

Pero esos cambios, generalmente, serán momentáneos y luego todo volverá a su cauce normal, con nuestros miedos, sentimientos, anhelos o fobias. Llegado el caso es entonces cuando hay que replantearse nuestra forma de funcionar y si esta es realmente positiva, no solamente para nosotros, sino también para todos aquellos que nos rodean.

No debemos crear falsas expectativas, sino más bien cambiar el paisaje que nos rodea por otro que nos haga sentir más cómodos.

Porque quizás sea momento de empezar a tomar decisiones sobre nuestro devenir, pero sobre todo a priorizar sobre lo que es, y lo que no, más conveniente para nuestra salud mental, física y espiritual. Esto no quiere decir que haya que distanciarse de esas personas que no son como desearíamos, no al menos de una manera total, dejándonos embaucar por el radicalismo sentimental más pleno.

Más bien estamos ante una encrucijada en la que debemos poner en tela de juicio si todo aquello que nos rodea es como debería o mejor aún, como nosotros creemos que tendría que ser. Pero ojo, y volvemos al kit de toda esta cuestión: no debemos crear falsas expectativas, sino más bien cambiar el paisaje que compone nuestras vidas por otro que nos haga sentir más cómodos.

Y esto no quiere decir que haya que dejar de relacionarse con las personas que hasta ahora han sido, de manera global, positivas dentro de nuestra existencia. Lo que debemos es buscar alternativas a estas personas con las que pasar parte de nuestro tiempo de una forma más fructífera y beneficiosa para nuestro ser.

En definitiva, además de no crearnos falsas expectativas, la idea es básicamente priorizar y no poner nuestra energía en cosas o hechos que quizás jamás sucedan. Tampoco en personas con las que no logramos conectar como desearíamos y con las que quizás, el poner algo de distancia emocional, nos lleve a un estado de serenidad y plenitud que no habíamos logrado alcanzar hasta este momento.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio