El intelectual y activista político Charlie Kirk, recientemente asesinado durante el transcurso de una conferencia en la Universidad de Utah Valley en Orem, Utah, pone más que nunca de manifiesto ante lo que se enfrentan aquellos que no comulgan con el pensamiento único impuesto por el establishment político, social y cultural que en los últimos años ha manejado la batuta de mando en lo que conocemos como occidente.
El llamado movimiento Woke, la cultura de la cancelación así como el escarnio público de todo aquel que pensara e intentará actuar de manera diferente a lo establecido por las altas élites, ha sido la tónica general sufrida por quienes se sumaran a la idea de pensar por sí solos guiándose por el menos común de los sentidos; el sentido común.
Kirk representaba precisamente a uno de estos últimos, a pesar de que pudiéramos estar o no de acuerdo con su discursiva, donde abogaba por una política conservadora, la familia tradicional y una arraigada fe cristiana. Pero, independientemente de sus ideales en cualquier ámbito, era un tipo capaz de escuchar y debatir de manera educada con cualquiera que no estuviera de acuerdo con su discurso e ideología.
Es por ello que en estos días, tras detener a su presunto asesino, pero sobre todo tras analizar el cómo, el dónde y el porqué del asesinato de Kirk uno puede dilucidar que esto va mucho más allá de la acción de un simple tarado en contra de las ideas promulgadas por alguien con tal nivel de repercusión como el que poseía Charlie Kirk. Es un mensaje directo a todos aquellos críticos contra el régimen de poder actual generalizado, de manera global en occidente, aunque este pareciera dar los últimos estertores de vida en según qué partes del mundo.
Un claro ejemplo del cambio de rumbo de estas políticas, pero sobre todo de la sustitución de raíz de una ideología por otra, es precisamente en EE. UU. donde Trump lidera un plan de futuro muy alejado del que les proponía el senil Biden a los que hasta hace apenas unos meses fueron sus votantes, o en última instancia apoyaban al partido que este representaba de cara a la ciudadanía. Sobre este aspecto, crucial en el triste desenlace final del propio Kirk, hay que tener muy presente el apoyo que este último mostró en todo momento a la campaña presidencial de Trump.
También su estrecha relación con los hijos del presidente estadounidense y como, en cualquier caso, ambos compartían una base ideológica común y de pensamiento. Así mismo, y más allá de los ideales políticos que defendía el joven activista norteamericano, también está el hecho de sus opiniones públicas hacia el sionismo y el papel de los judíos en la sociedad estadounidense como benefactores de la tendencia ideológica hasta ahora predominante, el conocido progresismo y todos los movimientos en torno a él que en definitiva conforman la citada corriente Woke.
Si bien no hay indicios (de momento) de que algún grupo de presión esté detrás de la planificación del asesinato de Charlie Kirk, es indudable que aquellos que tienen información directa con instancias de alto poder ya hacen sus primeras cábalas sobre cuál podría ser el trasfondo real del asunto, incluyendo por supuesto los motivos que han llevado a la muerte al conocido activista.
Dicho todo esto, uno se pregunta qué hubiera pasado si el asesinado fuera alguien que profesará abiertamente unos ideales amparados bajo el paraguas ideológico del otro bando. Probablemente en estos momentos las calles del país estarían ardiendo, pidiendo la cabeza de su asesino y la dimisión de Trump.
Solo tenemos que echar la vista atrás al año 2020 cuando fallecía George Floyd, un sujeto poli toxicómano y delincuente reincidente durante el transcurso de una detención. Aquello desató la ira de la izquierda en general, pero muy especialmente de todos aquellos alineados con la ideología Woke y toda la parafernalia discursiva que envuelve al movimiento. Como consecuencia, las calles se inundaron de manifestantes de todo tipo que durante semanas clamaron justicia para Floyd.
Las reacciones a la muerte de Charlie Kirk
Más allá de lo que pudiera estar aconteciendo entre la ciudadanía estadounidense, es de aún mayor relevancia, pero sobre todo gravedad, como desde medios locales e internacionales se está tratando mediáticamente la muerte de Kirk, incluso justificándola en algunos casos, dando habida cuenta de cuál es el nivel de miseria moral y podredumbre en la que chapotea esta gente. El relato oficial deja claro que las ideas del asesinado no iban con las que están aprobadas por una parte del redil, y por ende “él se lo ha buscado.”
Sin embargo, ya nada extraña cuando suceden situaciones de este tipo y posteriormente se adoptan estas posturas a la hora de exponer el asunto ante la opinión pública por parte de ese espectro político y cultural que se autodetermina socialdemócrata o progresista. Básicamente, porque, de momento, esa izquierda resentida, capaz de justificar cualquier acción con tal de poder seguir manteniendo el mismo discurso ideológico que hasta ahora, es la que riega con miles de millones de euros (o dólares) los medios de información occidentales.
Esa misma rama política y social que insufla a aquellos que, haciendo uso de la violencia, intentan aniquilar las ideas de todo aquel que no piensa y actúa como ellos. Algo, por otro lado, que históricamente siempre ha sido así y que vuelve a demostrarse, una vez más, tras el asesinato de Kirk y las posteriores reacciones de buena parte de la sociedad que comulga con estos ideales. Sin embargo, no olvidemos nunca el hecho de que Kirk jamás uso la violencia contra nada ni nadie, aunque, según parece, su poder mediático empleando la palabra y el discurso, otros solo han podido rebatirlo con un arma entre las manos.