Hace apenas unos días se publicaba una noticia en varios medios de información internacionales relacionada con la detención en Irán de dos turistas británicos acusados de un supuesto delito de espionaje. Ambos, un matrimonio de East Sussex, viajaban en moto por el país dirección a Australia con la intención de realizar una circunnavegación completa de nuestro planeta.
Indudablemente, para poder alcanzar este objetivo, es de suponer que Craig y Lindsay Foreman sabían perfectamente a lo que se enfrentaban en términos de peligrosidad y riesgo a la hora de cruzar según que fronteras. Sobre todo aquellas que conforman ese polvorín político, cultural y bélico que se da históricamente en oriente medio… ¿O no?
La conquista cultural como base ideológica
Quizás este sea el principal problema de buena parte de los europeos que, en un momento dado, deciden lanzarse “a la aventura” para visitar los lugares más recónditos del mundo. Nos referimos a no echar cuentas verdaderamente de hacia donde se dirigen y por ende sin sopesar lo más mínimo las consecuencias que pueden llegar a tener el simple hecho de ser detenido en cualquiera de estos países tercermundistas.
Por una cuestión muy simple, allí no entienden (ni suelen aceptar) conceptos tan enraizados e interiorizados entre la sociedad occidental como lo son la justicia garantista, la presunción de inocencia, la igualdad ante la ley o el cumplimiento de las normativas internacionales que rigen en cada momento en materia de derechos humanos.
Para la casi totalidad de aquellas gentes, todo ese modernismo buenista instaurado en lo que conocemos como “primer mundo” le es indiferente e innecesario. Entre otras cosas, porque su forma de vida y la manera de entender esta se fundamenta principalmente en otros valores como son por ejemplo la religión o la familia.
También en aplicar de manera eficiente los métodos precisos, en términos de subsistencia, intentando principalmente no morir de hambre casi a cada momento o, en según qué lugares, evitar que un francotirador no termine con tu vida una mañana cualquiera en la que, por obligación, tienes que salir a buscar agua, alimentos o medicinas para tus hijos.
Sin embargo, todo esto parece darle igual a aquellos que conforman la desnortada sociedad progre y europeísta que lleva décadas intentando aleccionar a todo aquel que no comulga con sus valores y modo de vida de una manera a la par de patética y ridícula, creyendo además que en algún momento triunfará esa ideología que ellos profesan, la misma, por otro lado, que nos está llevando a un abismo general en materia social, económica o educacional.
Una prueba fehaciente de este sinsentido lo llevamos viviendo en los últimos meses a razón de la guerra abierta entre Israel y Palestina, con miles de ciudadanos manifestándose en algunos puntos de Europa a favor de esta última sin considerar tan siquiera el contexto del conflicto o el porqué se ha llegado a esta situación. Aún más grave; sin tener ni la menor idea de quién maneja los hilos en Palestina ni de lo que estos opinan de los ideales occidentales y su forma de gestionar el mundo.
Damos por hecho, además, que para toda esta panda de descerebrados estaríamos mejor gobernados por Hamás que por el “genocida” de Netanyahu. Quizás se les haya olvidado demasiado rápido la masacre llevada a cabo por el grupo terrorista islámico en octubre de 2023 con motivo del festival de música israelí Tribe of Nova, donde los mercenarios palestinos mataron a más de 360 participantes al evento y secuestraron a otros cuarenta de ellos de los que aún se desconoce su paradero.
Ada Colau y Greta Thunberg, la viva imagen de esta decadencia
Todo lo descrito anteriormente es algo secundario para gente como Ada Colau y Greta Thunberg que viven “la causa” desde un punto de vista totalmente distinto al que dicta la racionalidad y el sentido común. Quizás porque todo ese teatrillo montado en torno a su “Flotilla” particular, con la que pretenden llegar a Túnez y Gaza, no es más que una cortina de humo con la que lucrase en colaboración con oenegés tan conocidas como Open Arms, liderada por Òscar Camps.
Un buen ejemplo de ello lo tenemos con uno de los barcos adquiridos para esta pantomima, el yate Alma Explorer, valorado en unos 300.000 euros y el cual han adquirido por un precio muy por debajo de su valor de mercado. Asi mismo, y al igual que ha ocurrido en otras ocasiones, ese multiculturalismo que publicitan y defienden desde la distancia les sirve igual para enarbolar los ideales, que para llenarse el bolsillo.
De esto sabe bastante esta gente que vive en un continuo negocio amparado por instituciones públicas y privadas de toda índole y relevancia, mientras la inmensa masa gris que avala esta manera de actuar sigue abducida por un discurso manido y sesgado dictado desde la manipulación y el engaño constante en el que sustenta la propia ideología que promulgan y defienden.
Lo más curioso de todo este asunto y a la vez contradictorio, es que si bien buscan cambiar la forma de vida de las sociedades que conforman un amplio espectro del tercer mundo, a base de intentar minar sus estamentos culturales y sociales empleando argumentos carentes de contexto, sentido y objetividad, por otro lado, instan a que estas mismas gentes invadan la sociedad europea precisamente con todos aquellos “males” que les gustaría erradicar en origen.
La religión en los centros de estudio es un claro ejemplo en este ámbito. Mientras que se lleva años abogando por eliminar la divulgación del catolicismo en los colegios, el progresismo que apoya esta gente ha permitido una expansión silenciosa del Islam dentro de nuestro sistema educativo público, con lo que ello conlleva posteriormente para la salud general de aquellas sociedades donde este logra adquirir una presencia relevante.
De igual modo movimientos con tanta repercusión en occidente como el feminismo radical, cegados por aniquilar cualquier atisbo de masculinidad, en aquellas sociedades donde ha adquirido un rol determinante en el funcionamiento social de las mismas, defiende, por otro lado, que una mujer vaya tapada de arriba abajo para satisfacer las exigencias de su religión en general y las de su marido en particular ¿entienden ya lo distópico del planteamiento?
Y, sin embargo, a pesar de todas las contradicciones que giran en torno a esta batalla cultural en la que anda instaurado el ciudadano medio europeo de a pie, fruto de las ideologías que profesa sin cuestionamiento alguno, este sigue creyendo a pies juntillas qué occidente sigue siendo un faro de luz para aquellos que siguen viviendo bajo el yugo de costumbres, leyes y creencias que datan de siglos pasados.
Un espejo donde parece ser que estos últimos deberían mirarse aspirando a ser o parecerse al occidental medio en algún momento de su historia. Nada más lejos de la realidad. Entre otras cosas, porque nuestro modelo de vida es minoritario en el mundo. La inmensa mayoría de los países que dan forma a la estructura global están sometidos a una serie de factores existenciales totalmente diferentes a los nuestros.
Además, conocen a la perfección nuestras debilidades y se aprovechan de ellas, haciéndonos creer que están dispuestos a trasladar el modelo social occidental a sus formas de vida si durante el proceso estamos dispuestos a satisfacer sus exigencias. Concretamente, la de los que manejan el cotarro en aquellos lugares que, al igual que sucede en nuestra sociedad, emplean cualquier artimaña para explotar, estafar y dilapidar a sus ciudadanos.
En definitiva, hacen uso de aquellas herramientas económicas, sociales o educativas con las que manejar a su antojo a la población. Algo similar a lo que ocurre aquí, aunque nosotros sigamos creyéndonos ejemplo de algo y salvadores del mundo, sin lograr atisbar realmente cuál es nuestra cruda realidad, muy alejada de lo que acontece a nuestro alrededor y por encima de todo, de lo que verdaderamente nos debería de importar.