He comentado en alguna ocasión que, en los últimos años, por cuestiones varias, me he visto en ocasiones obligado (y en otras por puro interés personal), a realizar varias mudanzas relacionadas siempre con el alquiler de una vivienda. Esto me ha hecho comprobar de primera mano los mecanismos del sector, pero sobre todo la evolución y el mal cariz que este ha ido cogiendo de un tiempo a esta parte, al punto de convertirse en un servicio casi de lujo al alcance de cada vez menos personas.
El mayor problema del asunto es que esta tendencia ya no solo se limita a ciudades de gran tamaño como Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia, entre otros. Con el pasar de los años se ha ido extendiendo de manera paulatina hacia núcleos de población de mucha menor envergadura que los citados, llegando el caso incluso a que en pueblos como el que reside un servidor parte de la gente que en él habitan, hayan visto incrementados sus alquileres en más de un 50% en apenas un lustro.
Esta situación ha puesto contra la pared, económicamente hablando, a muchas familias. Porque ya sea por meras cuestiones familiares, laborales o de cualquier otro índole, se ven obligadas a residir en según qué partes de España, con lo que ello conlleva respecto al tema que estamos tratando. Si bien es sabido que en la actualidad hay muchas personas con la capacidad de vivir en cualquier lugar gracias al llamado teletrabajo, otras no tienen esta suerte y se ven directamente amarradas a determinadas zonas, sufriendo de primera mano los precios de alquiler impuestos en las mismas.
El caso es que hace unos días, navegando por la famosa red social YouTube, me encontraba con este video que literalmente pone los pelos de punta. Básicamente, porque muestra la realidad de miles de personas en nuestro país que definitivamente han tirado la toalla en eso de encontrar un alquiler que puedan pagar, y han decidido directamente irse a vivir a una caravana o autocaravana.
Lo más sangrante del tema, al menos en este caso en concreto, que relata la cotidianidad de cientos de personas en Palma de Mallorca, es el acoso y derribo por parte del consistorio local con Jaime Martínez al frente como alcalde de la ciudad, que ha dictaminado sanciones de hasta 1.500 euros a todo aquel que ose aparcar su vehículo en la calle y pernocte en el mismo, bajo el eslogan político, “en Palma se vive en viviendas, no en caravanas.”
Esta es una de las consecuencias de la indeseable gestión por parte de los políticos de temas tan nucleares como el de la vivienda, que han llevado a buena parte de la población a encontrarse en una situación extrema de complicada solución. La falta de aprobación de planes de construcción de lotes de vivienda de protección oficial, o el mal intento de regulación del alquiler en nuestro país, concluyen con un corolario como el que estamos viviendo.
¿O es que creía nuestra izquierda progresista que por imponerle al propietario de un piso lo que a ellos les venga en gana, este iba a terminar claudicando ante determinados despropósitos y a su vez esto mismo repercutiendo de forma positiva en el precio de los alquileres?… Para nada. Precisamente ocurre justamente lo contrario, como nos demuestra una y otra vez cualquier mercado. A mayor nivel de regulación e imposiciones, baja la oferta del mismo y por ende se incrementa la demanda.
Por supuesto, esta correlación se culmina con el incremento del precio del producto, en este caso los alquileres, y termina generando una serie de efectos secundarios, como por ejemplo que miles de personas terminen viviendo en una caravana. Esto último aún no lo han entendido nuestros políticos y los tropecientos mil asesores que les hacen el trabajo, ya que la solución a este grave problema parece ser que pasa por sancionarlos económicamente con multas desproporcionadas, las mismas que probablemente no puedan pagar los afectados.
Todo esto lleva a uno a pensar si el mal llamado estado de bienestar (ese que se inventaron esta misma casta política como excusa para vaciar nuestros bolsillos) está tocando definitivamente su fin, como otras tantas cosas en esta vieja Europa hastiada hasta decir basta. La inacción, corrupción e intereses políticos propios de nuestros mandatarios nos han arrastrado a una situación que por momentos se torna irrevocable.
Cuando en una sociedad que se autodenomina así misma “primer mundo”, hay millones de personas que, aun teniendo un empleo a jornada completa no logran generar ingresos suficientes ni tan siquiera para poder costearse un alquiler en su lugar de residencia, solo podemos refutar, una vez más, que estamos ante otro de los síntomas manifiestos de esta enfermedad letal llamada “Progresismo”.
No está claro cuál es el rumbo que tomará Europa en general y España en particular en los próximos años, en temas tan importantes como este. Lo que deberíamos de entender de una vez por todas es que los que están al mando no tienen la llave para solucionarlos. Entre otras cosas porque su prioridad no es la de facilitarnos la vida con políticas en beneficio de la ciudadanía.
Más bien seguir saqueándonos discrecionalmente a base de normativas restrictivas, sin sentido y cargadas de desproporcionalidad con las que poder mantener a salvo a sus chiringuitos y allegados, como hasta ahora, aunque usted y yo terminemos viviendo en una caravana, autocaravana o en la copa de un árbol, que ahora se lleva mucho lo de ser ecofriendly y estar en contacto directo con la naturaleza… ¿No?
Imagen: El Confidencial