Andrés, ¡que poca psicología tienes con el crío!
Es una de esas mañanas de domingo en las que me bajo a la playa a dar un paseo con la excusa de estirar las piernas, aunque la mayor parte de las veces me sirve para desconectar del mundanal ruido que me rodea en forma de rutina diaria. Al terminar, como otras muchas veces, me paro a tomar un café en uno de los chiringuitos de la zona y, sin saber por qué, al rato termino sentado en uno de los bancos que conforman el perímetro de uno de los parques que quedan justo a espaldas del propio paseo marítimo.
El caso es que, tras un rato admirando impertérrito la belleza que ofrece la impronta del Mar Menor a primeras horas de la mañana, llega hasta el lugar un matrimonio de mediana edad junto con un crío de unos 6 o 7 años aproximadamente. Este último me mira muy atento al pasar por mi lado cogido de la mano del padre y yo, de manera ingenua, lo saludo levantando el pulgar.
