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Cuando se acaban las palabras y hablan las entrañas

Llevo días dándole vueltas a la cabeza sin querer entrar al tema como un elefante en una cacharrería, sin dejarme llevar por el odio, el malestar y la desesperanza a la hora de teclear esto. He meditado sobre el asunto largo y tendido, mirado a mí alrededor para intentar encontrar alguna razón que me haga salir de este sentimiento interior que me atenaza, pero nada.

Hace tiempo que perdí la esperanza en esta sociedad, la nuestra, la que hemos construido a pulso, la mayoría de personas que, teniendo mayoría de edad y estando en condiciones mentales normales, habitamos este oscuro país. Y no, no es por falta de luz precisamente, o quizás sí. Quizás la luz interior de muchos de nosotros se apaga de manera irreversible. Es probable que hayamos llegado a un punto de no retorno en el que estemos tan sedados moral y espiritualmente que no logremos salir de esta zona de desidia constante a la que nos mantenemos atados desde hace mucho tiempo.